Capítulo 15

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Harry pasó el día ordenando todas las cosas de Vernon y Petunia en su habitación. Dudley había elegido uno de los relojes de su padre para quedárselo, así como un collar de su madre que, al parecer, le habían regalado sus padres el día de su boda. Era un simple diamante en una fina cadena de oro, ni siquiera especialmente grande, pero al parecer tenía un valor sentimental.

-Mamá siempre decía que estaba deseando que llegara el día de regalárselo a mi futura esposa. Yo siempre pensaba que era cursi, pero ahora que mamá ya no está aquí, quiero asegurarme de que ese sueño suyo se haga realidad-.

Harry había sonreído a su primo. -Entonces espero que encuentres a alguien digno de semejante regalo. Me hace desear tener algo así de mis padres, pero al parecer todo fue destruido en el ataque. Nunca estoy seguro de por qué la casa se quemó después pero eso es lo que todo el mundo dice que pasó-.

-Siento oír eso-, suspiró Dudley, -¿pero no tenían algo en un banco o algo así?-.

Harry ladeó la cabeza pensativo. -Sinceramente, no lo sé. Me llevaron a una cámara acorazada llena de oro en el banco de magos, pero nunca se me ocurrió preguntar por nada más. Probablemente no ayude que siempre esté rodeado de los compinches de Dumbledore cuando voy. Quizá encuentre la forma de escabullirme y preguntarles a los duendes-.

Dudley se había sorprendido al enterarse de la existencia de los goblins, y Harry se había sentado encantado a hablar con él de todas las diversas criaturas de las que había aprendido desde que formaba parte del mundo de los magos, y Harry prometió dejar que su primo leyera Bestias fantásticas y dónde encontrarlas. Dudley estaba un poco preocupado por la posibilidad de que Harry se metiera en problemas después de lo que Dumbledore había dicho sobre las leyes, pero Harry le aseguró a su primo que la mayoría de los muggles lo verían como una especie de libro de fantasía, así que no había problema. Dudley no podría hacer nada con esa información.

Dumbledore había llegado por fin al anochecer y Dudley había bajado a hablar con él, dejando que Harry volviera a ordenar el dormitorio de sus tíos. El chico estuvo de acuerdo en que probablemente sería mejor que Harry no viera al anciano, en parte debido a lo que Harry sentía por el hombre, y al hecho de que le costaba ocultarlo, y en parte porque se sumaría a la idea de que Dudley estaba tratando mal a Harry.

Harry volvió a ordenar el tocador de su tía. Tenía una gran variedad de lociones y pociones que despertaron la curiosidad de Harry. Algunas olían y sentaban fatal y Harry las tiró directamente a la basura, pero había aceite de coco y algo llamado manteca de cacao que olía delicioso y Harry se lo untó por los brazos, encantado de cómo le dejaba la piel, maravillosamente suave. Harry sintió curiosidad por otras cosas que tenía. Había una caja llena de esmaltes de uñas. Todos los potes de color marrón rosado pálido parecían haber sido bien utilizados y Harry no podía entender por qué, ya que le parecían muy aburridos. Uno rojo parecía haber sido ligeramente usado, pero Harry recordaba que su tía sólo se lo ponía en ocasiones especiales. Todas fueron a parar a la papelera.

Sin embargo, había algunos que parecían completamente intactos, entre ellos uno negro brillante, uno morado y uno plateado que a Harry le parecieron un poco interesantes y se encontró dejándolos a un lado. Lo mismo ocurría con el neceser de maquillaje de su tía y Harry se puso a rebuscar en él, tirando todo lo que parecía bien usado pero apartando algunas de las cosas que parecían no haber sido tocadas, como unos cuantos brillos de labios brillantes y algunos delineadores de ojos, incluido, sorprendentemente, uno negro intenso que parecía haber sido usado una vez como mucho.

Harry estaba a punto de recoger la mesa cuando oyó el chasquido de la aparición que anunciaba la marcha de Dumbledore, así como la pesada pisada de su primo en las escaleras.

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