Capítulo 9

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Harry había observado cautelosamente a Snape durante todo el desayuno, en busca de cualquier señal que indicara que había sufrido de alguna manera la noche anterior. No es que esperara que el Señor Tenebroso fuera tan obvio a la hora de castigarlo, sobre todo si estaban de acuerdo, ni que Snape fuera tan laxo como para dejar que cualquier signo de debilidad se deslizara a través de su impenetrable fachada. No era de extrañar, pues, que Harry no viera nada en su comportamiento que pudiera indicar de qué quería hablarle el Señor Tenebroso. El único indicio fue lo que a Harry le pareció una mirada preocupada que brilló en los ojos de Snape cuando se encontraron brevemente. Sin duda, despertó la curiosidad de Harry y le hizo esperar nerviosamente hasta tener la oportunidad de averiguar qué significaba.

Confiaba en que su suerte no le acompañara también en ese momento. Esperaba poder ver a Snape a la hora de comer, pero al parecer el hombre estaba ocupado en una reunión con los aurores, lo que Harry sólo podía esperar que tuviera algo que ver con su incapacidad para llamar a Dobby, en cuyo caso eso era otra señal de que el maestro de Pociones estaba bien. Lo malo era que Harry tenía que esperar hasta el final del día, después de Pociones, para poder hablar con él. Al menos ahora las clases eran más tranquilas. Obviamente, los Slytherin ya habían captado el mensaje de dejar de lado a los Gryffindor, ya que no hubo ni siquiera un comentario sarcástico, y mucho menos un intento de sabotaje. Harry no sabía si eso mejoraba o empeoraba las clases; nunca sería un prodigio de las pociones como Snape pero, con suerte, así al menos podría arañar un aprobado sin demasiadas preocupaciones.

Parecía que Snape era de la misma opinión, en cuanto a querer hablar con Harry, y no perdió el tiempo en pedirle que se quedara al final. Recibió asentimientos cómplices de sus amigos, acompañados de miradas que le decían que más le valía hacerles saber lo que se había hablado más tarde. Incluso los Slytherin asintieron con la cabeza cuando se marcharon, lo que hizo que Harry se diera cuenta de que su tratado con el Señor Tenebroso podía reportarle otros beneficios. Dumbledore solía predicar sobre la unidad de las casas, pero parecía hacer muy poco por promoverla en la escuela. Sólo parecía enfrentarlos entre sí o animarlos a ver los peores rasgos de cada uno. En los cinco años que había asistido a Hogwarts y escuchado al Sombrero Seleccionador cantar sobre el trabajo en equipo, no había habido ninguna situación en la que hubieran podido trabajar juntos, excepto en el Torneo de los Tres Magos, aunque el hecho de que Cedric fuera el verdadero campeón lo estropeó un poco. Sin embargo, casi de la noche a la mañana, Harry parecía haber unificado al menos a los de cursos superiores, aunque parecía haber empezado a extenderse también a los de cursos inferiores, que parecían seguir las indicaciones de sus compañeros de casa mayores.

-Siéntese, por favor, señor Potter, esto puede llevar un rato-, dijo Snape al cerrarse la puerta, indicando un asiento que apareció frente a su escritorio.

-¿De qué se trata?- preguntó Harry. -¿Tiene algo que ver con su visita del Señor Tenebroso de anoche?-.

Snape sonrió irónicamente. -Te has enterado, ¿verdad?-.

Harry asintió, un poco preocupado.

-Bueno, en cierto modo tiene que ver con eso-, admitió Severus. -El Señor Tenebroso hizo algunas afirmaciones interesantes sobre tu relación con él y yo sólo quería oír las cosas desde tu punto de vista-.

-¿Nuestra relación?- inquirió Harry, con una expresión de confusión clara en el rostro.

-Sí-, Severus frunció el ceño. -El Señor Tenebroso insinuó que algo había sucedido cuando te reuniste con él anoche y me aseguró que había tenido tu pleno consentimiento con lo que fuera que hubiera sucedido-.

-¿Consentimiento?-.

-Que entendías lo que estaba pasando y que estabas completamente de acuerdo-, explicó Snape.

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