Capítulo 54

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Harry empezaba a preocuparse por si le ocurría algo malo, pero, desde su pequeña charla junto a los palos de rosa, Harry no había podido dejar de pensar en Albert Smore, y no de un modo totalmente platónico. Tal vez el Señor Tenebroso lo había corrompido o tal vez siempre le habían gustado los hombres mayores y no se había dado cuenta. Había crecido sin una figura paterna, así que tal vez tuviera algún tipo de problema no resuelto con su padre. Sin embargo, tenía que haber algo más que causara este fenómeno. No era como si Harry no se hubiera cruzado con otros hombres mayores guapos, algunos bastante más guapos que Albert, y sin embargo Harry nunca había pensado en ninguno de ellos de esa manera. Debía de haber algo diferente en Albert Smore que llamaba la atención de Harry y le hacía pensar en él de un modo en que no había pensado en nadie que no fuera el Señor Tenebroso.

No es que importara realmente. En primer lugar, Harry seguía técnicamente con el Señor Tenebroso. Puede que se hubieran peleado antes de que él se marchara, pero eso no significaba que hubieran roto y a Harry jamás se le ocurriría engañarle. En segundo lugar, y tal vez más importante, Harry estaba bastante seguro de que Albert Smore era heterosexual, así que, aunque Harry estuviera disponible, no estaría interesado en nada de todos modos. Aquello le abrió un poco los ojos, sobre todo porque Harry se deprimió un poco al pensar en ello, y se dio cuenta de que tal vez sí necesitaba terminar las cosas con el Señor Tenebroso cuando volviera a Inglaterra. Si lo único que quería era tener una relación, no específicamente con el Señor Tenebroso, entonces lo correcto era terminar con él y no darle largas al asunto. Al fin y al cabo, seguía queriendo al Señor Tenebroso y deseaba que fuera feliz. Pero Harry se dio cuenta de que la felicidad no debía ir en detrimento de la suya.

Sintiéndose un poco más ligero ahora que había llegado a una conclusión, Harry comenzó el día siguiente con un resorte en el paso. Agata también estaba de buen humor. Los palos de rosa que habían encontrado el día anterior habían demostrado ser mágicos después de algunas pruebas y en ese momento estaba debatiendo con Albert sobre la mejor manera de cosecharlos.

-¿No es práctica habitual talarlos sin más?-. dijo Albert. -Tendrías madera de sobra para varitas dado el tamaño tendrías madera de sobra para varitas durante algún tiempo-.

-Tal vez, pero me preocupa destruir un hábitat potencial-, suspiró Ágata, -así como otros cercanos que podrían quedar destruidos en el proceso de tala-.

-Estoy seguro de que el bosque se recuperaría-, argumentó Albert. -No es que no caigan árboles de vez en cuando y el bosque se recupere. Al fin y al cabo, sólo es un árbol. No es realmente un sacrificio en el gran esquema de las cosas-.

Harry trajo las tazas de té. -Gracias Harry, eres muy amable-, Albert sonrió y Harry tuvo que apartar la mirada para ocultar su sonrojo.

-Todavía no lo sé-, se preocupó Ágata. -Creo que prefiero coger unas cuantas ramas de cada árbol que uno entero, aunque no estoy del todo segura de cómo subir tan alto para cogerlas-. Aceptó su taza de té sin dar las gracias, lo que normalmente estaba bien pero escocía un poco en comparación con Albert y Harry se encontró arrastrando un poco la silla hacia el otro hombre.

-¿Estás seguro de que quieres trabajar con las ramas?- preguntó Albert. -Son todas onduladas, no las veo haciendo grandes varitas. ¿Seguro que es mejor usar el tronco para conseguir varitas bonitas y rectas?-.

Agata negó con la cabeza. -No, las ramas servirán. Las más grandes tienen madera suficiente para hacer varitas rectas de todos modos, pero tengo que admitir que siento curiosidad por saber cómo la onda de la rama podría afectar al flujo mágico-.

-Bueno, supongo que usted es el maestro-, cedió Albert, aunque no parecía especialmente convencido y en su rostro se formó un leve ceño fruncido.

-Es una lástima que no haya traído mi escoba-, suspiró Harry. -Si la hubiera traído podría haber volado hasta allí y recoger trocitos-.

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