001 - SEDUCTORES ENIGMAS

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CAPÍTULO UNO

SORAYA AGUILAR


Dos conjuntos. El primero, una camisa roja con vaqueros; el segundo, un jersey gris de cuello alto y pantalón negro.

El vestuario, indiscutiblemente, es la primera decisión a escoger cuando empieza un nuevo día. Obligados a adentrarnos en el armario en búsqueda de la elección idílica: aquella con la que no se nos pueda criticar negativamente, aquella que nos posicione por encima de la media, aquella con la que no importe sacrificar la comodidad... Claro que también hay quienes escogen lo primero que encuentran. Algunos nos detenemos a meditar posibilidades, otros pasan a la acción. Existen los que nos perdemos del tiempo con detalles. Y luego existen los que exprimen cada segundo influenciados por el lema: "Carpe diem; aprovecha cada segundo como si fuera el último."

—Jefa.

Hugo de León, el cuñado incorregible, interrumpe en la habitación sin llamar a la puerta y con ojos irritados, seguramente, por alguna clase de droga que prefiero no cuestionar. Menos cuando acaba de sorprenderme ligera de ropa. Teniendo un escaso segundo de reacción para esconder un poco más con brazos y manos.

—No te escondas, jefa —sonríe con los dientes amarillentos que alguna vez fueron impolutos —Estamos en confianza. Somos familia. Y la familia se respeta.

—Si respetarás llamarías a la puerta.

—No sé me da bien pedir permiso estando en mi casa —hace un puchero y se fija en los conjuntos expuestos —Dicen que hoy bajarán las temperaturas. Así que te aconsejo el jersey y el pantalón negro.

—¿Ahora miras el tiempo?

—No tengo nada mejor que hacer —encoge los hombros metiendo las manos en los bolsillos —Te quedará guay. Los grises y negros siempre han quedado bien con el color de tus ojos. ¿Cuándo sabré en qué óptica te compras las lentillas de colores? Seamos sinceros. Ese azul tuyo es ficticio.

—Sabes perfectamente que es natural —le digo privándole de las vistas con la colocación del jersey.

—Ajá.

—¿Qué quieres?

—¿Qué quiero? —se queda pensativo hasta que da una palmada y se señala arrogante con el pulgar —Este ser divino aquí presente ha despertado productivo. He hecho el desayuno para los dos. Así que mueve ese antojable trasero antes de que se eché a perder mi mayor esfuerzo.

—Cuatro minutos y estoy contigo.

—Que sean tres.

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