028 - DARK CUPIDO

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 CAPÍTULO VEINTIOCHO

DEREK SALVATORE


Estoy acabando el cuarto cigarro antes de interrumpir en la mansión de Máximo. Existe un tema que muy raramente me quita las horas de sueño, ya que dejo eso para la amnesia de mi mujer, sin embargo, necesito saber la evolución tras los últimos sucesos.

Aplasto la colilla y silbó para la aparición de Odas, el cual viene desde la zona norte aterrizando en mi hombro. Engulle un ratón de campo. Necesito a mi hijo para un plan de distracción que solo le confiaría a él. 

—¿Preparado?

Chilla agitando las alas.

Entro ignorando el personal, busco a mi hermano mayor para que me dé la explicación que me lleva a estar aquí antes de tiempo.

—¡Tío! —aparece el imprevisto con el que contaba.

—¿Has destruido muchas cosas, enano?

—¿Y mi tía? —entrecierra los ojos.

—Vendrá mañana —eso deseo, en el pasado no lo dudaría, pero está versión nueva aún la tengo que conocer.

—¡Yo quiero que venga ahora! —exige, levantando los puños.

—Hoy es para Hugo, mañana es para nosotros. Ese es el acuerdo que...

—¡También lo quiero a él!

Ojalá las cosas se cumplieran con tan solo ser expresadas, pero, a desgracia, el pasado pesa y en el presente tengo que confirmar las sospechas de Darley. Odiaría que se hubiera implicado en drogas. Sé lo que significaría, él mismo incontables veces lo dijo, así que no acabo de procesar como alguien tan consciente se haya convertido en víctima de algo tan letal. No obstante, tirar la teoría de pequitas es prácticamente imposible, hay demasiadas evidencias como para poder negar la verdad. 

—Odas quiere jugar contigo. Id a molestar a las cucarachas que yo tengo que hablar con tú padre.

El ave cumple la misión distrayendo a mi sobrino. Continúo la búsqueda. Voy al despacho repasando los lugares ocupados, ahí lo encuentro, ocupado con unos planos, matando los pensamientos en armas y un par de tragos. No espero una cálida bienvenida mientras me siento frente él, apoyando los pies sobre la mesa, tratando de molestar, aunque soy ignorado ante la no deseada confrontación. Estúpido, no lo puede prolongar, sabe que vengo a por respuestas, y que las quiero ya. 

—¿Cómo la mataste? Quiero detalles.

Me robo un trago de su copa, reservo una sonrisa que interpretaría como una expresión desalmada. Por otro lado, debería ser consciente que el silencio puede ser más expresivo que una gesticulación, sobre todo cuando lo que se toca es algo sumamente delicado para su corazón.

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