066 - MÁS CERCA QUE NUNCA

5.7K 691 929
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


CAPÍTULO SESENTA Y SEIS

DEREK SALVATORE


Recupero la conciencia escuchando el eco de un llanto que me destruye por cada lágrima derramada, el llanto que escuchaba en mi último aliento, al menos eso era lo que creía.

La Finismortis debería haberme matado, aún así, a falta de saber la localización de mi mujer, estoy mejor que nunca. Quizás es normal, quizás esto es lo que pasa cualquiera que enferma y se recupera. Soy invencible. Ningún virus puede conmigo, aunque en este caso el virus era en forma de puñal y dudo que mi sistema haya logrado recuperarse ayudado por la medicina.

Acaricio la herida de mi dedo con orgullo.

Soy un hombre nuevo.

Hombre que le falta su mujer. Maldita sea, necesito a mi mujer.

Las heridas causadas por los tubos que arrancó sin mesurar la fuerza se cierran en cuestión de segundos. Estiró los músculos tras salir de la camilla cargado de energías. Cada cosa en su lugar.

Odas hace de guardia desde mi hombro.

Voy directo a la sala de espera porque es donde espero que estén los míos, aparte que deberían saber que estoy bien. Están preocupados. Ni siquiera Máximo pudo esconder ese estado de mi cuando quedamos en la habitación el no médico, él y yo.

—Ha fallecido —anuncia mi hermano mayor mientras estoy a su detrás.

Aún cuando tengo a varios de frente parece que ninguno me presta la suficiente atención como para darse cuenta que estoy vivo. Obsesionados con el rostro de Máximo, aunque de no ser el centro por la peste que comunica sobre mi muerte apostaba que no sería el único rostro con el que se distraerían. 

Máximo tiene dibujado copos de nieve, Damián corazones, Alessandro mariposas y Hugo un enorme rabo, también una línea discontinua en su cuello y unas tijeras. Joder, ni que se hubieran quedado dormidos mientras que moría.

—¿Dónde está mi mujer? —se tardan en responder, así que levantando el tono vuelvo a preguntar —La puta que os parió a todos, ¿dónde está mi mujer?

Sus sistemas deben haber sido corrompidos por el mismo troyano porque tienen la misma expresión. Hermanos, cuñadas y amigos empezarán a hincharme conjuntamente las pelotas como no reinicien y salten de alegría por mi recuperación, aunque lo que realmente quiero es que muevan el puto culo y me digan donde está mi mujer.

La pregunta es simple, la respuesta debería ser automática.

—Cabrón con suerte —expresa Hugo.

Muy cabrón, igual de cabrón que él, que teniendo marcado el cuello evidencia su repetición con mi hermano. Que haya repetido está bien, ya que, sin contar a la puta cucaracha, nunca ha sido de probar dos veces. El interés no lo ha perdido, cosa que significa que yo no tengo que romperle la cara por culpa de una polla inquieta.

CONTROLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora