064 - VUELA ALTO

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CAPÍTULO SESENTA Y CUATRO

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CAPÍTULO SESENTA Y CUATRO

SORAYA AGUILAR


Entierro el rostro en su pecho convertida en lágrimas, aguanto el hipo y golpeo su cuerpo. Con fuerza. Maldiciendo. Anhelando dar marcha atrás, al punto anterior de creer que empuñar el arma era buena idea, incluso mucho más allá, quisiera rechazar la entrega, aún si eso significa perder lo vivido.

—¡Quédate conmigo! ¡Quédate! —imploro.

Estampo las manos cerradas en su torso. En ese momento se logra el milagro, tose y dice, ligeramente recuperado:

—Bruta.

—¡Derek! ¡Derek! ¡Derek! —cubro su cara de besos.

—Sigo aquí, mi pájaro —esconde la mano herida en mi cabello y trata de mostrar serenidad delante mi caos —Admito que fue raro. Igual que el alcohol. Despertar desubicado es muy desagradable.

—¡Te desmayaste! —razono conmigo.

—Soy horrible. También tú —se mueve y me hago a un lado, dejo que se incorpore sin mayor dilema. De pie me ofrece la mano buena —Tenemos que dejar nuestra tendencia de exagerar todo.

—¡¿Fingiste?!

Tarda en responder con engaño:

—Si, quería llamar la atención —camina hasta la Finismortis y la recoge por la empuñadura, retrocedo cuando me la quiere dar. A todo esto mantiene la mano mala metida en el bolsillo del pantalón deportivo —Vamos, Soraya. Es tuya. La única diferencia que tiene con un cuchillo es su hermoso diseño.

—No quiero esa estúpida arma —cruzo los brazos.

Abandona la maldita encima del mueble como si fuera un objeto más y va a la cocina en forma. Abre la inmensa ventana, silva y continua el desayuno. Odas hace acto de presencia aterrizando en su hombro.

—Ve con mamá —le dice.

El niño consentido obedece a su padre, aunque donde aterriza es en la isla cerca de mí, sin quitarme los dorados de encima y chillando. Sobo su cabeza provocando que cierre los ojos con gusto.

Derek corta carne, me da un trozo en la mano y sostiene mi muñeca para que no me retire cuando el águila viene. Repetimos, hasta que lo hago sola, segura de que no me quedaré sin ningún dedo.

Continúa con el desayuno mientras soy absorbida por la belleza del ave.

—Tú padre me asusto —cuento el suceso como algo lejano —Tú padre debería saber que no debe dejarme —chilla y rectifico; —No debe dejarnos.

—El papá no os abandonará —participa Derek. Entrega mis tortitas con sirope y besa mi frente, la mano sigue oculta —Disfruta del desayuno.

—¿Qué escondes?

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