030 - EL CLUB DE LOS KIMONOS

11.1K 1K 1.1K
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


CAPÍTULO TREINTA

DAMIÁN SALVATORE


TRES AÑOS ATRÁS

ENERO


Silencio. La vida siempre ha estado compuesta por silencio, aún cuando el tráfico de la aburrida ciudad, de un mundo aburrido es ruidoso, yo oigo silencio. Anclado en un sentimiento de vacío desde que tengo uso de razón. 

No fuí un niño feliz, ni un adolescente, menos un adulto.

Nacer en mi familia por sí solo ya es una maldición, aún así es peor cuando los que nacemos del cabeza lo hacemos con sangre corrompida.

Mitos y leyendas, son reales. Y la nuestra es muy oscura.

¿Merece la pena vivir así?

No. Pero albergo una efímera esperanza de ser más que la nada, así que tengo miedo de morir sin saber si estoy acertado.

Repaso la agenda desmotivado. Las reuniones de negocios pertenecientes a mi familia son lo único que puedo hacer, aunque no quiera, claro que no es opcional. Conozco mi situación. Esclavo de Enzo Salvatore. Nací doblegado a los pies de mi padre sin más alternativa que obedecer. Si no fuera suficiente, desde la partida de Derek, vive furioso y soy víctima de las consecuencias. A mis veintitrés años, vivo aterrado con la idea de dormir, de bajar la guardia y que aparezca mi padre en mitad de la noche. Cualquier hora es idílica para sufrir las torturas que iniciaron cuando mi hermano se fue.

Los golpes me tienen parte del cuerpo insensibilizado, las quemaduras de cigarro me arden la espalda a cada segundo, y sé que, si sobrevivo, la mayoría de las heridas quedarán conmigo hasta no soportarlo. 

Odio a Derek. Nunca lo hice, pero lo odio desde que abandonó la casa. Sin embargo, desde la noche que fuí obligado a acompañar a mi padre a la mansión de Máximo, la descubrí a ella y lo entendí. No puedo tener rencor a su drástica decisión.

He logrado lo imposible. Alguien que no le teme a él, ni tampoco a nuestro padre, me quedó claro cuando lo enfrentó. Si ya no quería ser como papá, definitivamente, con ella será quien quiera ser. La herencia de la muerte ha cambiado. Si tan solo hubiera la posibilidad de no ser un cobarde ante él, le contaría mi situación, quizás así lograría salvarme del sufrimiento. Tiene corazón, soy su hermano, tal vez ofreciendo valentía estaría dispuesto a protegerme, pero no puedo.

El coche se detiene precipitadamente. Alzo la vista mientras el chófer maldice a los estudiantes que ignoran el paso de cebra con su salida del instituto. Adolescentes, me hubiera gustado ser uno como ellos.

Froto el pesado entrecejo, tratando de buscar algún pensamiento positivo cuando visualizo un par de ojos relámpagos. Su azul no es el típico claro, ni oscuro, es un inusual eléctrico propio de tormentas eléctricas.

CONTROLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora