Un juego, dos bandos; Indecisos y Controladores.
Soraya vive su peor época. Sus padres murieron, su hermana la odia, su cuñado la sobreprotege, su vecino la esquiva, un fotógrafo la acosa, los problemas financieros aumentan... Siempre añadiendo alg...
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CAPÍTULO TREINTA Y UNO
DAMIÁN SALVATORE
Liang y Kora ofrecen un caliente espectáculo, besándose en un rincón del colchón, enredando las lenguas mientras se despojan lentamente del vestuario mezclando los colores de su pieles. Amarillo asiático para Liang, Kora blanco océanico. Recibo dos fogosas miradas y sutiles sonrisas, les correspondo el gesto brindando por ellas con sake. Liang adora los pechos de Kora, lame los erguidos pezones a la vez que la oceánica besa su cuello. Huele a sexo. Por otro lado, Samiya aprovecha que el kimono está abierto para tocar y saciarse conmigo.
—Abre.
Obediente, sin trabajo de por medio, separa los labios y le doy un grillo, el cual compartimos a la unión de nuestras bocas.
Me falta la latina, la menor, a ella no la invitó a los juegos de adultos, porque una de las leyes escrita por mi hermano lo prohíbe.
Mis tres esposas y mi prometida son las joyas más brillantes de sus respectivos continentes. Talentosas por naturaleza, mejoradas por mí. Antes del sí quiero las convertí en las más letales. Incluso pueden alzar la cabeza enfrente del hombre más temido, aunque averiguar como hacerlo, fue gracias a Soraya. Ella descubrió como romper el miedo, lo logró con Darley y conmigo. Aunque el método no lo puedo compartir con Máximo, claro que ignora que la pelirroja dejó de temer a mi hermano tiempo atrás, él y sus estupideces lo tienen así.
Liang y Kora se masturban exquisitas. Ahogan parcialmente sus gemidos a través de besos, provocando más mi polla que es atendida por los grandes labios de Samiya, los cuales se desenvuelven con majestuosidad, chupando y llenando la boca con mis huevos.
Abro la jaula de la mesita sacando una rata por la cola y dejándola para que corra por el suelo antes de ser presa de Apofis. Apofis, la anaconda que me regaló Soraya, era de cuarenta centímetros a su llegada, ahora supera los cuatro meses, proyecto de convertirse en la serpiente más grande que existe.
Samiya se limpia los restos del semén. Se sube encima y le entrego mi polla de una estocada, dejando que tenga el control. Me gustan jinetas, que cabalguen sobre mí hasta que se sacien. Supongo que es a causa de mi naturaleza sobrenatural, pero podría estar días seguido follando y continuaría queriendo más, porque mi aguante no se equivale al de mortales comunes.
Liang y Kora se acercan tras el primer orgasmo. La oceánica masajea las tetas pequeñas de la asiática, la asiática besa a la africana que brinca sobre mi polla y yo, como buen europeo, usa las dos manos para llenar los canales empapados de mis eposas calientes.
Se van turnando compartiendo como buenas hermanas, recibiendo mi espermá y sin condón. No es una novedad. Con extrañas siempre usé preservativos, pero con ellas se me hincha el pecho con orgullo, sabiendo que son mías y que las mantengo contentas con mi leche caliente. Además, queremos ser padres, así que puedo llenarlas las veces que sean. Un hijo o varios, ampliaremos la familia.