022 - LETAL

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 CAPÍTULO VEINTIDÓS

HUGO DE LEÓN


¡Argh!

Cierro los puños apretando las sienes estando bajo el agua helada de la ducha, aguantando cada gota sentida como un puñetazo, tratando de buscar silencio en el dolor a causa del ruido cristalino. Está forjado en el puto cerebro. Es el infernal disco rayado que no para de reproducirse, aún cuando lo quiero detener, el botón de pausado está bloqueado desde la primera dosis.

Trato de entenderme. Pero no puedo pensar si la cabeza está llena de sonidos que me hacen sangrar los tímpanos.

Aguanto, sobrevivo.

Tengo que cuidarla.

Ya no estoy aquí por Derek, lo estoy por Soraya.

Creí en nuestra amistad, creí en sus promesas, esperé demasiado de un cobarde que huyó. Abandonó a su amigo, a su mujer.

Su amor era una mentira que envidie.

Me muerdo el labio poseso hasta que el ruido afloja un uno por ciento y encuentro paz en la sangre.

Tengo que chutarme algo, esnifar o pinchar. Me urge la dosis. Sé dónde hay, he de aprovechar que Soraya ha salido con el imbécil del turno, obviamente, nunca aceptaré a alguien para ella. Pero antes de irme, he de encargarme del perro guardián que se ha quedado en el sofá.

Salgo con la toalla atada en la cintura.

—Alessandro —mantengo calmada la voz.

Es afortunado. Si no fuera por la cara bonita y el apreció que le tiene Soraya, tras el sopló que le dió a mi hermana, su cuerpo estaría hundido en el mar y su cabeza formaría parte de mi colección privada.

Alessandro se gira sonrojándose.

Enfrente de Soraya presume de su físico como le enseñé que debía hacer, orgulloso de ser él, sin embargo, cuando estamos solos salen a flote sus debilidades convertidas en algo adorable. Es miedica. Temerario, pero a su vez teme a la vida más que a la muerte.

Creo que...

El ruido del cristal rompiéndose regresa. Involuntariamente, llevo las manos a la cabeza deseando un tiro en ella.

—Hugo —Alessandro, acude a mí.

Mierda, que no se preocupe. Tan cerca, tan preocupado, quiero forzar esos labios con los que manifiesta no ser gay. Voy a hacerle tragar esas palabras con leche. Por otro lado, no me importan sus gustos. Si lo quiero, lo tendré. Y lo quiero desde hace meses, lo quiero ahora y lo seguiré queriendo hasta que otra cosa despierte mi interés, entonces se me quitará el deseo y...

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