004 - EMPRESARIO DEL MAL

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CAPÍTULO CUATRO

SORAYA AGUILAR


Estoy fuera de lugar.

Con el nuevo día tengo la esperanza de que anoche, fue producto de una alta imaginación, sin embargo, no es así. La habitación de un maniático confirma una realidad desconcertante y escalofriante.

Ayer, dos hombres usaron mi boca; el primero, por placer; el segundo, para reclamar. Después... Un cosquilleo me margina mientras recuerdo sus dedos invasores comprobando mi pureza. Sin permiso. Un momento cálido a la par que turbio. Su atractivo es un camuflaje excelente para la locura. No puedo caer. Tengo que huir.

Salgo de la cama con los efectos del narcótico expirados, cubriendo la desnudez con la sábana de seda mientras trato de encontrar mi ropa inútilmente. Si cree que por haberla escondido puede retenerme, no sabe con quién juega.

Hay tres puertas; dos normales y una corredera. Considerando que de una aparición en toalla y, por otra, salió. Abro la corredera. Un inmenso vestidor. Intercambio la sábana con la camiseta más cercana. Abotonando detengo la acción al ver el reflejo de una chica en el espejo. Soy yo. O algo así. Es difícil reconocerme con la melena de león y la camiseta de un maniático, como si en las últimas horas me hubiera estado revolcando con un poderoso empresario.

Molesta por la visión, arranco la prenda.

Estudio más el vestuario; trajes, ropa informal y algún chándal.

Escojo una sudadera que sirve de vestido. Sigo pareciendo recién desvirgada. Aunque, al menos, ya no soy la puta del hombre de negocios. Eso se lo dejo a Laura.

Hora de huir.

Salgo a un pasillo de paredes negras. El color predominante en cada paso. A medida que avanzo descalza, buscando la salida, el abuso de marcos blancos me hace voltear hacía uno de los cuadros.

Sufro sequedad en la garganta, pulsaciones irregulares y temblores.

—Ya sabías que te hacía fotos en el parque —digo para mi. Razono enfrente del miedo, aún cuando suena absurdo —Céntrate, Soraya. El objetivo es escapar.

Doy otro paso. Sin voluntad para evitarlo, me fijo en la siguiente fotografía. Aguanto las lágrimas. Nuevamente, soy la protagonista. Ya no es el parque, sino el Starbucks. En la siguiente, el mirador. Y las que le prosiguen: el barrio gótico, el cementerio, el puerto... No son lugares sin más, son mis refugios.

Cae la primera lágrima. Inicio una carrera por mi cordura. El pasillo es eterno, pero alcanzo las escaleras, bajando los escalones, de cuatro a cuatro. Ignoro cualquier distracción. Finalmente, encuentro la puerta. Desesperada trato de abrir. Arraño el pomo, impacto los puños y grito. Soy un mar de pánico.

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