069 - LA VOZ

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CAPÍTULO SESENTA Y NUEVE

SPARK


La luz de la luna en lo más alto trata de filtrarse rabiosa por las cortinas de la tenue habitación mientras soy dueña de mis gemidos. Controlo el ritmo. Un delicioso vaivén de caderas, cada vez más rápido y satisfactorio.

"¡Más!"

Cabalgo sobre la montura.

Al principio ha querido tocarme, tener el control, pero tras quitarle el cinturón he atado sus muñecas al cabezal y se ha comportado. A todo hombre le gusta ser dominado, aunque después alardean lo contrario, cosa que hará el morenazo de ojos marrones cuando ya no esté para contradecir. A espaldas de su mujer, sin considerar el bienestar de sus hijos.

"Los hombres son perversos."

Ninguno vale la pena.

Solucionan los problemas con rosas. A mi que no me den, a no ser que quieran que les meta por el pito el tajo espinoso.

Extasiada de los orgasmos me dejo caer a un lateral. Respiro agitada, sonrío a causa del subidón de hormonas, la buena sensación dura en lo que tardó en darme cuenta.

"Puta."

—Usaré la ducha.

Intento ubicarme bajo el agua. Las lágrimas aparecen a la par que un sentimiento de asco hacía mí. Tiemblo entera. Mi cuerpo es de otro. No es la primera vez, de hecho he pedido la suma, aunque siempre recordaré la primera, ya que creí haber sido violada, fue como despertar, como si hubiera sido drogada. A mí lado había un viejo repugnante que aún le quedaban ganas. Con la repetición algo quedó claro, el problema era mío y mi preferencia eran los cerdos sin escrúpulos.

No sé porqué lo hago. Lo juro.

"Excusas"

—¡Cállate!

Tengo una teoría con la puta voz que me acompaña desde que mi madre se convirtió en un monstruo despreciable, una teoría que me vincula a ella. Mi madre, antes de padecer cáncer y que mi padre no la abandonará durante la enfermedad por la secretaria, era un ser de luz. Esa parte no la conté a Death, tampoco a mis amigos. Me aterra perderlos. No quiero acabar como ella. Aunque más aterra la posibilidad de que Edgar padezca lo mismo.

"Eres una golfa. Te gusta serlo."

Solo queda fingir que nada sucede. Igual que finjo que la herida que hay bajo el vientre no es real. Antes de huir y abandonar mi hermano quise suicidarme en aquel oscuro lugar clavándome un cuchillo. Tampoco sé porqué lo hice. Conservo la teoría. De nuevo fue como despertar de un trance.

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