Un juego, dos bandos; Indecisos y Controladores.
Soraya vive su peor época. Sus padres murieron, su hermana la odia, su cuñado la sobreprotege, su vecino la esquiva, un fotógrafo la acosa, los problemas financieros aumentan... Siempre añadiendo alg...
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CAPÍTULO SESENTA Y DOS
SORAYA AGUILAR
Vibra el móvil en silencio y no tengo que mirar para saber que es un nuevo mensaje proveniente de quien no me eligió.
Tendría que estar brincando, viendo el final del túnel sin luces por el que empecé a andar cuando nuestros mundos chocaron, principalmente, porque no soy más que el recuerdo de un cadáver. Sin embargo, después de tanto, después de tantas cagadas suyas, esperaba algo.
Quizás en algún punto dejé de ser racional, quizás en un punto el corazón se abrió camino y aspire a más. No es que lo ame. Está claro que no estoy enamorada. No se ama a quien no se conoce.
Quisiera saber su verdadera identidad.
No es la bestia sin razón que ataca, tampoco el caballero que fingió ser hace relativamente poco. Aunque es el que escuchó los tormentos que me hacían huir de la autoescuela, es el que atendió mi petición para estudiar, es el que me cubrió cuando rescatamos a Boss de la perrera, es el que me ayudó con la adicción de Hugo, es el que dió una nueva vida a Alessandro, es el que siempre está ahí. No obstante, ahora, simplemente, él no está.
Odio a Spark. Odio a esa puta que prefirió. Odio a esa con la que demostró que yo nunca seré especial.
Conmigo él nunca superaría el pasado, pero ahora que ha conocido una chica con la que su difunta no tiene parecido, Derek tiene la oportunidad de recomponer su destrozada vida.
¡No quiero que lo haga!
Agarro la almohada por ambos extremos y hundo la cara ahogando el grito con el cual maldigo el efecto Derek. Ha conseguido lo que no quería. No me ha cambiado, pero me ha corrompido.
Hugo me azota el trasero con la palma bien abierta.
—Esos ánimos, jefa. El mundo no se acaba por un hombre.
No por un hombre, si por Derek Salvatore.
Maldito hijo de puta.
—Veamos qué te ha escrito.
Tendría que esforzarme en quitarle el móvil. Tendría... Ni siquiera sé cómo ha descubierto la contraseña.
—Continúa insistiendo con la cita de mañana —cierto, lo único por lo que me escribe es para que acepté la cita de San Valentín y que como respuesta solo obtiene el visto —Voy a contestar.
Activa el sonido del teclado, hace que escuche como escribe el texto porque tiene una mente diabólica y pretende que salga de la cama, cosa que por supuesto hago quitándole el móvil antes de que sea demasiado.
—Encárgate de tus asuntos —borro el mensaje no enviado, básicamente, estaba insinuando que su polla es minúscula. Eso es porque no ha tratado con el aparato como yo he hecho —No hay que cabrearlo.
