058 - SUPERVIVIENTE

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CAPÍTULO CINCUENTA Y OCHO

HUGO DE LEÓN


El olor a cuero estremece los sentidos.

Desde la primera vez que conduje un coche, a los diez, usando el ingenio para alcanzar los pedales, quise poseer potencia alemana. Obviamente, lo conseguí, más temprano que tarde. Eran robados y de poca durabilidad, ya fuera por llevarlos a la batalla o por hacer el gamberro. Ninguno duró lo suficiente para reclamarlo como con la moto que me regaló Death. Sin embargo, hoy es de esos días que me apetece contradecirme, pues recién comprado, tras encargarlo ayer, en mi poder se encuentra una auténtica bestia alemana. Un Porsche Cayenne.

Coloco el móvil en la plataforma de apoyo y con Control en pantalla, abierto en la única cuenta suscrita. ElJusticieroAntiguo. Es la cuenta de uno de los comepollas que creen poder jugar con lo mio.

Odio Control.

Desde el principio lo odié y no estaba equivocado. Lo odie creyendo que era un juego programado por Death, después de todo, en las salidas del club siempre jugamos a algo parecido. Sin embargo, Death no lo creó. Se lo pregunté y negó rotundamente cualquier participación. Incluso se le hizo extraña la pregunta. Al ser persona no asociada al club desconocía nuestras noches, ni indagaba, lo único que dijo, mejor dicho, pidió, al enterarse de su existencia fue conservar la protección de Soraya. Petición completamente innecesaria.

Ahora bien, la exclusión de Death al juego no significa que Soraya no pudiera estar detrás de su creación. Cosa descartada. Si hubiera alguien desconocido con el que ella lo hubiera planeado, aún sin saber la función, ya que ella era de muchos planes, puedo garantizar que no se permitirán ciertos comportamientos. Ella jamás hubiera permitido que unos abusones sacarán tajada mediante la actividad del bullying. De existir un socio en la sombra sería consciente.

Por otro lado, sería un sinsentido la existencia de dicho socio, pues Death y Soraya habían empezado a hacer todo conjuntamente.

Conduzco a una tienda deportiva y compro bolsas de deporte como para levantar sospechas. A la estación de servicio me hago con botellas de combustible y cajetillas de tabaco.

Me dejo caer por el viejo edificio.

Primero visito el piso del arrendatario asesinado. Estoy dos horas extendidas llenando bolsas con las armas que forman mi colección, cuidadas y mimadas en el traslado como las auténticas joyas que son. El segundo lugar al que voy es al apartamento que causa pesadillas en Death. En lo que se refiere a mí, en peores agujeros he vivido y no he lloriqueado. Aún así, comparto el sentimiento con mi amigo, ya que de aquí salgo con la peor época enganchado a las drogas.

Reparto el combustible por el mobiliario desfasado, las paredes mohosas y el suelo antiguo.

Saboreo un cigarro.

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