4 - La cruel verdad

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Todo es como yo pensaba, el sótano de una casa rodeada de explanada

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Todo es como yo pensaba, el sótano de una casa rodeada de explanada. La típica bombilla oscilante que cuelga de un travesaño y el lugar con más polvo que los baños de una discoteca. Uno de los alfas me enseña el contrato en un folio que zarandea frente a mi cara hinchada y ensangrentada.

—¡¿Puedes leer esto?! No has devuelto una mierda de lo que te prestamos, y es demasiado dinero.

Expulsa dominación y enojo y yo me rasco los cojones con su instinto. Asiento enérgico dando mucha pena, porque de verdad que tengo miedo y no quiero morir.

—¿Te crees que somos el banco de Inglaterra?

—Eeeh... ¿Sí?

¿Para qué respondo a ese alfa enfadado en diferencial ventaja con respecto a mí? Reacciona dándome un puñetazo en toda la cara y noto un crack sospechoso en la mandíbula.

—¡¿Tengo cara de payaso?! ¡Era una puta pregunta retórica! —Me vuelve a restregar el contrato por mi cara mientras jadeo lastimado—. ¡Míralo! —le dice a su compañero, que se mantiene de pie preparando un arsenal de instrumentos de tortura—, este omeguita se cree que puede contestarnos y-

¡Pero cuánta rabia me da que digan omeguita! A todo tienen que darle connotaciones negativas.

—¡¿A quién cojones llamas omeguita?! —gruño desafiante—. Si no fuera porque sois dos, os reventaba a puñetazos, ¡Pero si ni siquiera habéis podido conmigo! Tenéis el instinto de un alfita de teta-

Me ha cerrado la boca con toda la fuerza de su puño. El del arsenal de tortura chasquea negando con la cabeza mientras observa a su colega hundirme a golpes. Qué puedo decir en mi defensa, me lo merezco por abrir la bocaza en el momento más inoportuno. Ambos aúnan su instinto primario para doblegar y someter al mío, les cuesta horrores porque me resisto ¿Y por qué? Pues ha sido ver la tortura que me espera y comprender que de ésta saldré moribundo o muerto, y para lo que me espera, prefiero luchar con todas mis fuerzas y hundirles el ego y el orgullo.

—¡Maldito omega! No se somete...

Caen en la cuenta de que conseguir mi rendición bajo tortura no gusta tanto. Quieren verme gimotear y suplicar, llorar como un omega vulnerable y débil. ¡Mis cojones!  Le doy un cabezazo al que me estaba chillando en la cara de la frustración y le parto la nariz, intento recordar el modo de deshacerme de las bridas y por el momento voy pasando los brazos por delante. El amante de los instrumentos de tortura se ha escabullido por las escaleras, aunque no me da la sensación de que huya. El otro usa su voz de mando y a mí me pica una axila.

—¿Qué has dicho? —respondo, sin un resquicio de amor por mi propia vida—. ¿Eso era un intento de orden? Le servirá a tu chihuahua pero no a mí, pedaz-

Como siga así, me quedaré sin dientes y tomando licuado hasta el día del juicio final. Lo digo porque tengo varios cortes en la cara interna de las mejillas, el labio luce hinchado y partido en varios puntos, una brecha en la ceja y moretones en todas partes, escupo sangre y suspiro.

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora