14 - Sangre

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Después de ese día cargado de encuentros y desencuentros, Fenrir implementó la dinámica consabida; salir temprano de casa y no volver hasta bien entrada la noche, cuando el omega dormía plácidamente y la casa olía a sándalo y orquídeas. Reconocía que era una forma de huir para no tener que enfrentarse a los fantasmas de un pasado reciente -y no tan reciente- y darle un respiro al omega de su presencia.

Bill empleó las interminables horas de soledad en su nuevo trabajo como subsecretario. En el salón o encerrado en su habitación, pasaba las tardes frente al ordenador portátil gestionando el papeleo burocrático del negocio prestamista del Alfa y las mañanas las disfrutaba en compañía de Pomie, la cual seguía igual de vivaracha y parlanchina con la salvedad de no mencionar a Fenrir aun cuando la ocasión lo requería; como esa mañana lluviosa acaecida casi dos semanas después del distanciamiento instaurado.

Una montaña de ropa sostenida por los brazos de la omega llegando a ocultarla hasta la coronilla, salía del dormitorio de Fenrir farfullado molesta y dirigiéndose al lavadero pasando por delante de Bill, que disfrutaba de su rutinario té con leche de primera categoría.

-¡Pomie! -Se levantó de un salto y siguió a la omega-, permíteme ayudarte.

-No puedes cargar peso. -Sopesó un pensamiento con el ceño severamente fruncido y después aceptó-. Pero sí puedes ayudarme a seleccionar la ropa, si te apetece.

-Claro.

Cruzaron las puertas correderas de la cocina que daban paso a los jardines y entraron en la caseta que hacía uso de lavadero.

-Tu alfa es un melindroso de cuidado. -Olisqueó una pieza de ropa y se la extendió para que lo comprobara por él mismo-. Una sola vez que se pone una prenda y ya la pone para lavar...

El omega recogió la prenda e inspiró el dulce aroma a azahar, gimoteando complacido por tan exquisito perfume.

-¿Me has oído? -insistió al verlo enterrar la nariz en la camiseta e inhalar profundamente, estremeciendo los párpados semiabiertos-. ¿Tú crees que está sucia?

La embriagadora sensación de creerse rodeado por la primavera eterna abotargó sus sentidos, sumergido en el viento tibio que desprendían un denso aroma dulzón de los campos arbóreos de naranjos, limoneros y cidros cuajado de flores blancas.

-¿Sabes algo curioso? -Pomie fue preparando la colada mientras el omega empuñaba la camiseta y aplastaba la cara en ella-. Es sobre tu Alfa, pero si lo prefieres me callo.

Bill se destapó la cara y parpadeó confuso, extasiado hasta las cejas de las feromonas florales dominantes.

-Hasta ahora no te habías retenido ni un poquito en hablarme de él, no comprendo esa reticencia.

La omega sonrió pequeño con un brillo apenado en su mirada envejecida.

-¿Te interesa saberlo? -preguntó cautelosa.

-Sí.

-Pues bien, mientras te cuento, quiero que discrimines la ropa; la manchada de sangre la tiras a ese montón y...

Bill bajó la vista al montículo de ropa y rebuscó prendas teñidas de sangre con el corazón latiendo en sus oídos. Había dejado de escuchar a Pomie y solo tenía ojos para esa camiseta de tirantes blanca con manchurrones grandes y salpicado de lo que claramente era sangre fresca.

-Cariño...

El Omega sostuvo en su mano la camiseta y levantó la cabeza con la respiración agitada. No comprendía porqué ella pasaba por alto algo tan chocante.

-¿Te lo cuento?

-S-sí.

-Pues resulta que muy pocos alfas poseen un olor dulce y atrayente como la flor de azahar. Es una planta tan hermosa como útil en remedios naturales.

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora