11 - Tregua

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Las dos semanas siguientes transcurrieron calmas sin apenas verse las caras

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Las dos semanas siguientes transcurrieron calmas sin apenas verse las caras. El alfa salía temprano de casa y no volvía hasta bien entrada la noche, cuando el omega dormía ignorante de su presencia y se respiraba un ambiente sosegado a sándalo y orquídeas. La señora Sprout se extralimitaba en el cuidado de Bill y le hablaba durante horas de infinidad anécdotas vividas entre ellos. Definitivamente tenía complejo de madre protectora con ese hombre, y se lo vendía descaradamente cada mañana entre canturreos animados con música de fondo y chistes malos de su época. Empezaba a tomarle cariño a la mujer, su compañía grata y cercana le entretenía buena parte del día y le ayudaba a enfrentar las tardes y noches solitarias, enganchado al móvil hablando con su familia y amigos y mintiéndoles para varias vidas. 

Bill despertó creyendo que esa mañana sería igual a las demás, un día como otro cualquiera donde la presencia inquietante del alfa quedaría relegada al olvido. Salió de la habitación y fue directo a la nevera para prepararse un té con leche.

«Esta tarde a las cuatro tenemos cita con el médico para que te valoren la evolución de la operación. Estate preparado a la tres para que te recoja. Fenrir»

Bill tomó el teléfono, y otra vez se quedó como un tonto al darse cuenta que seguía sin tener guardado el número del alfa. 

¡Hola Pomie! Mira que notita más romántica me ha escrito mi alfa. —Agitó el pósit en su cara con una sonrisa sarcástica.

La asistenta leyó ceñuda el escrito y lo tiró en la encimera. —¿Cómo quieres que te escriba romántico si aún no lo habéis arreglado? A ver quién es más terco de los dos. Habráse visto un omega más cabezota...

—¿Y él, qué? Eso ha sonado muy alfista-

—¡¿Qué alfista ni que alfisto?! Un alfa tiende a ser intransigente y orgulloso por instinto y un omega conciliador, de nada os sirve resistiros y negaros a vuestra naturaleza. —Le arrebató el cartón de leche y comenzó a prepararle el desayuno malhumorada.

—Tú no lo entiendes...

—¿Sabes qué entiendo? Que lleváis dos semanas con la tontería y no podéis seguir así. Os evitáis, no habláis, no os dais mimos ni copuláis...

—¡Pomie!

—¿¡Qué!? Él piensa que no puede tocarte porque estás enfadado, y tú tampoco das señales para que se acerque. Si las palabras se atragantan, la cercanía física ayuda mucho a dar el primer paso para hablarlo después. 

Cuando el agua arrancó a hervir y añadió las hojas para infusionar, se dispuso a cocinar unas salchichas con huevos revueltos y champiñones. Bill terminó de colar la infusión y añadió la leche, degustando el exquisito sabor de uno de los tés más caros del mundo con la mirada perdida en recuerdos amargos.

—Ya no queda más té. Sí quieres seguir disfrutando de este capricho tan caro, pídele a tu alfa que te lo compre.

—De acuerdoooo...

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora