22 - No contigo

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Una nueva y agotadora rutina se había instaurado en la vida de Bill

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Una nueva y agotadora rutina se había instaurado en la vida de Bill. Llevaba ya unas cuantas, y su potencial por convertirse en una máquina de matar distaba mucho del de su compañero. Madrugón a las cinco para comenzar las duras sesiones de entrenamiento de seis a diez, después trabajo de oficina hasta las dos, descanso de una hora, y luego al negocio para recibir a los clientes que le supusieran menor esfuerzo. Por último, limpiar la casa los días que no venía Pomie y tirarse agotado en el sofá con la cena hecha esperando a Fenrir.

—Trabajo como una mula y a tí no te he visto coger una puta escoba desde que vivo aquí.

—Ahora somos dos y generamos más mierda, yo no tengo la culpa de que decidas limpiar justo cuando no estoy.

Bill le pasó el bol de ensalada y cambió de canal porque empezaba el programa favorito de Fenrir, y desde hace un tiempo también el suyo; Pressing Catch.

—Limpiaría por la mañana si no fuera porque tengo que estar horas con el culo pegado a una silla frente al ordenador.

—No me va limpiar por las mañanas. —Atacó la ensalada relamiéndose de gusto al ver el Fish ‘n’ Chips mientras su omega apuñalaba las patatas regadas de kétchup.

—Tú no eres de limpiar nunca, y yo no soy el criado de nadie —gruñó molesto.

—¿Quieres que te pague? ¿O le digo a la señora Sprout que venga todos los días?

Bill suspiró cansado. —No doy a basto. Esta mañana he ido a Malfoy Manor para trabajar con Pansy y ponernos al día, y allí estábamos los dos viéndonos las caras. No es trabajo de dos, sino de uno, emplearía mejor el tiempo si me dedico a mi negocio y me das esos trabajillos que me prometiste. Supondría menos pérdida de tiempo y mayor dinero. Y por cierto, no me puedes descontar la nómina íntegramente, necesito efectivo para mis cosas.

—Pues me pides el dinero.

—No quiero depender de tí.

—Ya dependes de mí, omega —remarcó jocoso.

Bill frunció el ceño con otro gruñido bajo, rumiando el pescado sin dejar de mirarle. —Gano dinero y quiero administrarlo.

—¿Cuánto necesitas? Mi cartera está en la entrada, ve a por ella y pilla lo que quieras.

—Cuánto te gusta esto ¿verdad? —Achinó los ojos con desprecio—. Tener a un omega subyugado económicamente-

—¡Soy tu alfa! Y no voy a avergonzarme por querer mantener a mi omega. Es mi responsabilidad cuidarte y proveerte de cuanto precises. Esas modas de hoy en día de emancipación me parecen cojonudas, pero no voy a sentirme mal por querer a mi omega en casa y darle lo que necesite.

—¿Sí? ¿Me darías cuanto quisiera?

—Pues claro, mi dinero es tuyo.

—Alfa, dame ciento veinte mil libras.

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora