23 - Encerrona

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—¿Una reunión importante?

—Sí, omega, y vamos a estar todos.

—No me siento cómodo...

—Es imprescindible que estés.

Fenrir miró de soslayo los tics nerviosos de su omega agitando las rodillas o retorciéndose mechones de pelo entre largos suspiros de ansiedad. Volvió la atención a la carretera descubriendo que el sentimiento de la mentira era inmune al vínculo. Era precisa la encerrona, sabía que, de decirle la verdad, se negaría en rotundo a acceder a su petición. Esperaba que la presión social y la situación delicada de verse rodeado de mafiosos poderosos, le obligase a transigir; aunque ello implicase a posteriori una discusión descomunal al llegar a casa.

—¿Podré hablar, o tendré que permanecer callado?

—Por ser la primera vez, mejor te mantienes callado. Cuando hayáis tomado más confianza recibirán mejor tus opiniones.

—Bieeeennn.

El tamborileo de sus dedos crispados sobre sus muslos no era más que una porción del nerviosismo real de su omega. Su expresión serena reflejaba una fachada de lo más cuidada, un temple impoluto creíble; si no fuera porque estaban enlazados.

El todoterreno viró a un lado y aparcaron junto a otros coches que habían estacionados en la entrada de Malfoy Manor. Se apearon de un salto cayendo sobre la gravilla y avanzaron hacia las verjas de la entrada. Fenrir informó de su llegada y entraron cuando éstas se abrieron para darles paso al camino ancho que culminaba en la majestuosa mansión. Bill inspiró trémulo y tomó la mano del alfa entrelazando los dedos, buscando con ese simple contacto el calor y la seguridad que tanto necesitaba en ese momento. Notó de vuelta un apretón suave y la profundidad oscura de los ojos de su alfa, ráfagas de feromonas de protección y territorialidad cayeron sobre su piel como un manto de flores levemente perfumadas de afecto.

"¡Sentimientos!" —Por fin sentía aquello que tanto había esperado y se negaba a admitir. Esas motas de emociones arremolinadas junto a las feromonas, bailaban suspendidas en el aire aportando un toque de frescura al perfume característico de su alfa—. "Le gusto..." —Se preguntó si él también transmitiría un aroma diferente, si sus feromonas enviarían algún mensaje cargado de afecto del que fuera ignorante.

Esos pensamientos se evaporaron cuando cruzaron las puertas grandes de la mansión y un lacayo les dió la bienvenida extendiendo las manos para que les diera chaquetas o bolsos. Era verano, y nadie en su sano juicio llevaría nada que no fuera camiseta corta y pantalones ligeros, como Bill, que iba mudado con una camisa blanca y pantalones largos de azul marino en tela de lino, o su alfa, que apretaba músculo con una camiseta negra desmangada ceñida a su cuerpo tatuado y amenazando con explotar.

—Buenas noches y bienvenidos a Malfoy Manor, señores Greyback.

— Puede llamarme Señor Weasley, no estamos casados —aclaró sonriendo afable—. Buenas noches a usted también.  

El lacayo les hizo una reverencia y se retiró para invitarles a pasar, pero el alfa ya caminaba por el pasillo ignorando toda esa parafernalia. Bill apretó el paso y le alcanzó mirándolo ceñudo.

—Punto número uno —comenzó a decirle a Fenrir—.  La futilidad de ese recibimiento no está reñida con la educación. Ese hombre está trabajando y se merece un respeto por sus atenciones, y ni el tercero de la jerarquía está exento de dispensarle un respeto.

Fenrir protestó con un gruñido.

—Punto número dos; como vuelvas a dejarme atrás... —el alfa paró de golpe viéndose arrepentido por tal error— me doy media vuelta y te abandono.

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora