28 - Dream I

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—Fenrir, te estoy hablando muy en serio

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—Fenrir, te estoy hablando muy en serio.

—He comprado estas porque no sabía cuáles eran tus favoritas.

Bill inspiró y soltó el aire lentamente para tranquilizarse. Era la tercera vez que su Alfa esquivaba de malas maneras su intención de hablar sobre el tema. Pero tampoco podía ser exigente y duro, que esa mole de dos por dos con aspecto de asesino y manchado de sangre, sostuviera entre sus manazas un ramo de flores con ojos de enamorado, tiraba al suelo de un mazazo todo resquicio de voluntad.

—Alfa... —Miró las flores y no pudo evitar sonreír. Fenrir las sostenía descuidadas entre sus cuerpos y las zarandeaba, instándole a que las aceptara—. Gracias. —Las recogió y aspiró el suave aroma de los tulipanes rojos. Se preguntó, sintiendo una punzada de ilusión en el pecho, si las habría escogido a propósito—. ¿Sabes qué significa? representan amor sincero, pasional y leal, la eternidad de los sentimientos y la fidelidad más desinteresada que podría recibir un enamorado.

—No tenía ni idea, pero he dado en el clavo.

—Me gustan mucho.

—¿Pero cuáles son tus flores favoritas? —insistió. Se mostraba nervioso y sus feromonas indicaban culpabilidad y amor.

"¿Culpabilidad?"

—El azahar.

—Eso lo dices porque yo-

—No, tonto, mis dos flores preferidas son el jazmín y el azahar.

Esperaba que su aclaración fuese recibida como un halago, por contra, el alfa achicó los ojos tremendamente serio y luego gruñó.

—Ummm, jazmín... ¿Eh?

—Ni se te ocurra portarte mal con nadie que huela a Jazmín —dijo tan convencido como si lo hubiese parido—, que te conozco, y seguro que las inseguridades te hacen hacer estupideces.

Pasó el ramo a una mano y se colgó firme de su cuello, buscando el tan ansiado contacto después de todo un día sin verlo. Fenrir le correspondió el abrazo y dejó caer besos en su mejilla rasgada infinidad de veces.

—Te quiero.

—Yo también te- ....te necesito...

(....)

—¡Alfa!

Aprovechó que Fenrir entraba por la puerta cargado de armas para abordarlo de otra manera. Se abrazó a él por encima del arsenal ignorando la  sangre y el sudor.

—¡Omega, espera! Estoy sucio y es-

—Te necesito, alfa —rogó con ojos preñados de necesidad y expulsando feromonas excitables.

—¡Ah, Vale!

Fue tirando a un lado las armas de forma apresurada y después cerró la puerta con la punta del pie. Al segundo, el cuerpo de su omega impactó sobre el suyo, se enganchó a horcajadas de un salto y él lo capturó firme entre sus brazos. Sus labios chocaron con unos que ya empezaban a devorarlo a besos y mordiscos, besos húmedos que profundizaron en su boca con la lengua y lo acapararon sin piedad. Su omega emitía oleadas de excitación tan potentes que ya se notaba duro y queriendo montarlo ahí mismo. Olía a sándalo dulce de notas amaderadas.

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora