2 - Desencuentro

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—¿Quieres saber qué he notado? —le digo con la ceja arqueada y esbozando una sonrisa lasciva

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—¿Quieres saber qué he notado? —le digo con la ceja arqueada y esbozando una sonrisa lasciva. —¡Esto!

Le penetro tan violentamente que nos arranca un potente gemido, lo suyo me ha sonado más a quejido. No veo su expresión porque separo sus glúteos y le muerdo el cuello para someterlo, corcoveo mis caderas y comienzo a montarlo abriéndome paso en su escurridizo interior y notando en mi polla ambas palpitaciones. El omega se estremece y estrangula quejidos al morderse los labios, hunde sus dedos en mis hombros y sin mirarme se deja hacer. Una vez mi instinto se tranquiliza de tenerlo sumiso, me separo y lo mantengo empotrado de espaldas a la pared, deleitándome con las vistas de su miembro azotando mi vientre y mi pelvis chocando con su culo para penetrarlo.

Huele a sumisión y decepción, huele a excitación y resignación, y yo me deslizo en su chorreante agujero con furiosas estocadas desplegando posesión y lujuria a raudales. Ya no me mira con sus vidriosos ojos azules, simplemente jadea a cada golpe del vaivén de mis caderas al tiempo que su cabello azota nuestras caras de tan duro que le doy.

¡Joder! ¡Qué culo y qué cuerpo! ¡Qué feromonas y qué gemidos! No se trata de que parezca un beta, es que si los alfas no me llegan a la suela de los zapatos, los omegas no le llegan a la altura de su precioso culo.

Tras cada envite violento, ese esbelto cuerpo se contrae, se estremece, gime abandonado, sumiso y entregado; como pocos lo han hecho en mis brazos.

Ya no me besa y yo busco desesperado sus deliciosos labios, no sabe dónde dejar sus manos y solo se mueve en respuesta a mis movimientos. Engullo su boca porque me sabe a droga, porque necesito sentirlo piel con piel y escuchar de cerca sus sublimes gemidos. El tiempo vuela y yo sigo mordiendo y lamiendo esa tez de alabastro estrellada de pecas cobrizas, cierro fuerte la mandíbula para no destrozarle el cuello y hacerle más marcas sangrientas de las que ya tiene. Continúa sumiso y necesitado, juraría no haber sentido jamás el regocijo que provoca las demandas de un omega mientras follamos. Me aseguro de cubrirlo bien con mi cuerpo para que no pase frío, insisto en besarle aunque me corresponda desilusionado.

—Omega...

Lo he susurrado sin pensar sobre su boca entreabierta, no debería haberlo pronunciado en un tinte de necesidad y dominio, que luego se emocionan y se creen que hay algo serio. El omega conecta su mirada triste con la mía y parpadea como queriendo pensarse algo, luego esboza una pequeña sonrisa y me besa.

¡Touché, joder! Ahora soy yo el que se ha quedado con las tremendas ganas de oírlo decirme Alfa. Mi lobo se indigna  porque no le ha correspondido y expulso feromonas de posesión y dominio, lo embadurno con mi olor y lo marco de pies a cabeza. Es fácil, se deja hacer muy manso pero no me corresponde en aromas, no me acompaña en la danza de aparea- ¡¡MIERDA!! Alejo mis colmillos de su glándula y retengo mis feromonas. No quiero confusiones raras, él me está demostrando que controla mejor que yo. Entretengo mi boca en la suya para disuadirme de no marcarle y hacerlo mío, su ano late ardiente y acoge mi miembro henchido a punto de anudar

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora