35 - Un vacío abismal

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—¿Quieres casarte conmigo?

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—¿Quieres casarte conmigo?

Bill sintió un furioso ardor tan  potente en las mejillas, que su tez enrojecida ocultó las pecas. Transpiraba profusamente perlando de sudor toda la piel de su cuerpo. Con cada segundo transcurrido sin respuesta, Fenrir acentuaba el ceño y ensombrecía más el semblante. La pátina se agolpó en gotas que surcaron por su nuca y sienes, descendiendo rápidamente por la espalda y perdiéndose en el escote. Parpadeó notando otra oleada de calor que lamió la piel afebril como una lengua de lava.

—Tengo... —alcanzó lo que tenía más a mano y empezó a abanicarse con la revista—. Tengo demasiado calor.

—Te está llegando el celo.

El caudal emocional que vertió su alfa dentro del vínculo le hizo juntar las cejas mirándole extrañado. No atinó a descifrar los sentimientos exactos, pero la sensación era una combinación contradictoria entre la ilusión y desilusión. Continuó agitando la revista con mayor brío buscando aire.

—Yo... ¡uf!

—Ven conmigo a la cama.

—Tengo que llamar al ginecólogo. —Se relamió los labios resecos sumergido en otra oleada de fuego—. Dijo que cuando me viniera el celo le avisara para hacerme más pruebas.

—Mañana.

El Omega parpadeó aturdido queriendo aclarar la visión brumosa, también su mente abotargada pensando entre multitud de ideas y respuestas. Debía contestarle, contarle lo del préstamo y felicitarle como era debido. Demasiadas cosas quería hablar y no podía sino hiperventilar mientras buscaba el teléfono para llamar a su ginecólogo.

—Olvídate de llamarlo, ahora te vendrás a la cama conmigo y te atenderé.

—¡No! Me pidió que le avisara para internarme lo antes posible y hacer las pruebas del celo, no podemos copular, debo estar limpio. Le llamaré y luego me daré una ducha rápida.

—¡Por favor! —Le agarró de los hombros buscando su atención—. Dame una cópula y luego le llamas —rogó exudando desesperación.

—¿No puedes vivir sin copular? Entiendo que llevas tiempo esperando mi celo, pero mi salud es más importante que un par de polvos-

—¡No es eso, joder! —Lo gritó tan fuerte que el omega se sobresaltó bajo esas manos que le impedían moverse—. Tu salud es importante, pero... —Se calló algo inconfesable; la necesidad y la desesperación de aprovechar los escasos momentos de máxima fertilidad. Había sido una espera larga e infructuosa como para pasar por alto la gran oportunidad de materializar los frutos de su plan.

—Pero... —El omega desistió de interpretar los sentimientos ajenos y se quedó con lo que veía. Su salud era importante para su alfa, sin embargo, venía acompañado de un pero. Y que él pareciera más preocupado por follárselo que llevarlo al médico, le resultó un duro golpe, contundente y lacerante de filo helado acuchillando su corazón—. Te he dicho que no.

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora