8 - Un pura sangre

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Como todo criminal, con sus sucios negocios y relacionado con la peor calaña millonaria de Inglaterra, Fenrir no se quedaba atrás en su patrimonio

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Como todo criminal, con sus sucios negocios y relacionado con la peor calaña millonaria de Inglaterra, Fenrir no se quedaba atrás en su patrimonio. De cuanto pudiera poseer, Bill estaba convencido que lo que se presentaba ante sus ojos sería como mucho, una décima parte de su  ilícito emporio.

—No entiendo por qué insistes en que...—no terminó de murmurar Bill cuando se quedó asombrado al contemplar el lugar donde pasaría los próximos meses; siendo optimistas, claro—. ¡Pedazo de casa que te gastas con el dinero de los desgraciados como yo!

Fenrir le apuñaló con su mirada entornada y gruñó potente. —Ni dos segundos aquí y ya has abierto la puta bocaza para echarme mierda. A este paso vas a volverme loco y me tendrán que llevar a la cárcel por omeguicidio.

Se habían detenido en el felpudo de una casa de dos plantas de concepción abierta, con garaje, piscina, rodeada de un extensa zona ajardinada y orillada a las afueras de la ciudad. Era una construcción de diseño novedoso y eficiencia energética, con sus grandes ventanales acristalados con acceso al jardín y todos los acabados que aumentan el precio final hasta la friolera cifra de medio millón de libras; calculó el omega a groso modo.

  —Para que se considere omeguicidio, tendría que ser tu omega. Así que tranquilo, mi muerte te saldría más barata.

—De eso nada, basta con que seas Omega.

Bill gruñó molesto por esa corrección y le giró la cara.

—¿Por qué no lo mato, Selene? —refunfuñó el Alfa alterado mientras abría la puerta y cruzaba al interior sin esperarle.

El pelirrojo creyó que aquello sería una exposición de revista desprovisto de cualquier retazo de calor hogareño. Pero la chimenea de aspecto rústico, las fotos enmarcadas en las paredes, la inmensidad variada de plantas colgantes, trepadoras o en macetas, y la decoración en tonos cálidos tierra con elementos decorativos de enigmático origen, le daban un recibimiento muy distinto del esperado. El ambiente le acogía perfumado de azahar, e instintivamente rezumó extasiado sus feromonas aromatizadas a sándalo, que tan bien congeniaban con la esencia de la casa. 

—...La cocina, el salón, el aseo, y aquí dos habitaciones. Arriba más habitaciones, otro baño, un despacho y un gimnasio, con su terracita y sus polladas...

La voz del alfa le arrancó de esa breve ensoñación a la que se había sumergido sin darse cuenta y parpadeó aturdido, avergonzado por las feromonas hogareñas que expulsaba involuntario. Para cuando consiguió replegarlas, la casa olía como si hubieran encendido incienso de sándalo e invitara a la familia perteneciente allí a sentirse en su refugio.

Fenrir volvió sobre sus pasos y se cruzó de brazos frente a él, mirándole ceñudo y apretando músculo como si estuviera molesto por algo.

—¿Para qué tanta casa y habitaciones si vives tú solo?

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora