68 - Epílogo I - A prueba de fuego

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Me he pasado escribiendo el epílogo y he tenido que dividirlo en dos partes para que no muráis en el intento 😂.

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Un año da para mucho, y con tres hijos entrando a la vez en la vida de una pareja en tablas, podría decirse que más todavía. En un año te da tiempo para cambiar radicalmente de rutina, de forma de ser, reordenar prioridades, entender y percibir el mundo de otra manera, una nueva forma de sentir y de ser…

Fue así como aprendieron por las malas lo que implicaba el arduo trabajo de ser padres y reconstruir la relación al mismo tiempo. Creyeron que el amor sería suficiente para sortear cualquier obstáculo e imprevisto que se les presentase en su nueva e irreconocible vida; pero no, el amor no era suficiente; aprendieron a cultivar la paciencia infinita con los hijos y el compañero, a ceder, adaptarse, discutir, debatir, pactar, renunciar y trabajar en la relación de pareja; pues su compañero, aquel que juraban conocer, cambiaba ante sus ojos a marchas forzadas.

Las viejas lenguas repiten como un mantra que tener hijos te transforma a nivel individual y matrimonial, que es una de las pruebas de fuego que fortalece, tambalea o rompe la relación. Bill y Fenrir comenzaron como padres en actitud mansa y solícita, pero al paso de los meses más duros de la crianza, y a tenor de verse dificultado por ser simultáneamente tres, descubrieron con amargura que nunca se está preparado para ser padre. No se nace aprendido, ya tengas veinte, treinta o cincuenta años, menos aún importa que previamente hayas cuidado a seis hermanos menores o que desearas con toda tu alma ser padre; e incluso que lo hayas sido con la persona que más amabas en este mundo. Cada día un problema, un reto, un objetivo, cada semana algo nuevo, cada mes una cuenta atrás o la suma de acontecimientos sobrecogedores de tinte alegre, triste, dramático o emocionante que ponen a prueba la relación. Sus vidas se resumían en una ruleta de emociones descontroladas, haciendo malabarismos entre las diferentes responsabilidades tales como la casa, el trabajo, la crianza… Pero a pesar de todo, las oscilantes tablas de su relación se vieron fortalecidas y consolidadas.

¿Y dónde quedaba esa vida en pareja que se mantenía a flote frente al Goliat de la rutina y las discusiones? Relegada a un segundo plano, por debajo de las responsabilidades diarias, el cansancio, hastío o la monotonía organizada de tres crías dependientes y vulnerables que demandaban veinticuatro horas de atención.

A pocos metros en la casa o a pocos centímetros en el sofá, y pese a la cercanía física, se echaban de menos.
Sin embargo, todo iba a cambiar en cuestión de semanas. Sus tres diablillos irían por primera vez a la escuela infantil; Bill retomaría su tan añorado trabajo a jornada reducida, y Fenrir volvería a su negocio prestamista, dejando de lado el trabajo de la Dark Brand. Por lo pronto, se habían adaptado como camaleones en situación de supervivencia para preservar la felicidad que tan difícil les resultó conseguir, pero no perdían de vista su objetivo: recuperar una porción de vida anterior e intentar encajarla en la nueva dinámica.

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora