25 - Traición

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Había transcurrido el tiempo suficiente como para preocupar al omega severamente por no haber rastro del celo o señales que indicasen su proximidad. Valoró, con una inquietud alojada en su estómago, que la primera prueba fuera un falso negativo, y por consiguiente, compró otra prueba para hacérsela esa misma mañana al despertarse. Esa angustia que le acechaba al dormirse y al despertar no era por el miedo a estar preñado, como pensaba él. Encontró su explicación cuando abrió la puerta de su habitación y se encontró de cara con Fenrir. Este se mostraba ojeroso y agotado, un rostro lánguido que desbordaba dolor en sus ojos hundidos y sus comisuras caídas, en su piel cetrina y la acentuación de sus arrugas de expresión.

Fenrir se rascó la barba áspera y se frotó de una pasada la cabeza y la cara.

—¿Has pasado una mala noche? —le preguntó mientras se dirigían a la cocina, arrastrando los pies con hastío.

—Sí, lo de siempre.

—Yo no he soñado nada.

Fenrir se detuvo a medio camino y suspiró cansado, perdiendo la mirada en el suelo. —Duermo unas horas de día y otras pocas de noche —empezó a explicarle en un murmullo—. Mientras esté despierto cuando duermes, no tendrás mis pesadillas.

Bill abrió los párpados hinchados del sueño y pestañeó lento, sus labios se despegaron y expresó un profundo asombro debido al impacto de esa revelación. Instintivamente llevó una mano a su brazo y comenzó a reconfortarlo con suaves caricias.

—No vuelvas a hacer eso, alfa. No lo hagas por mí, debes descansar bien.

Fenrir sonrió de lado y le miró con renovado brillo en sus desvaídos ojos. —¿Si no lo hago por ti, por quién tendría que hacerlo? —arropó con su mano la de su omega viendo la contrariedad reflejada en su hermoso rostro matutino. Sintió una emoción pequeña, breve, una punzada o un brinco que derramó un nerviosismo por su pecho y culminó en su estómago revolviéndolo. No supo discernir si provenía de él o de su omega.

Bill se arrimó más a él y posó la otra mano en su pecho, el alfa también la arropó con afecto, pues se le veía a leguas que buscaba el contacto, el cariño, emanaba de él una sensación de arrepentimiento tan profunda que le estrujó el corazón.

—¿Qué has soñado?

—Tus pesadillas.

—¿Cuáles? —inquirió preocupado.

Se mordisqueó el labio inferior deambulando la mirada por todas partes, hasta que la fijó en su omega.

—Esta vez ha sido la del sótano, todo lo que te hicieron, todo lo que te hice... —musitó cada vez más bajo.

El pelirrojo apoyó la cara en su pecho e inspiró su fresco aroma a azahar. Se permitió unos pocos ronroneos de satisfacción por sus feromonas posesivas y protectoras y frotó mimoso sintiendo crecer una emoción.

—Perdóname, omega... —Bill detuvo sus muestras de afecto y alzó el rostro para mirarlo boquear, vacilando las palabras que pretendía decirle—. Yo... estaba enfadado y desesperado por montarte y-y no veía nada más que tu cuerpo y feromonas reclamándome, y fue un celo muy repentino-

—No fue eso lo que más me dolió; de hecho, fue lo que menos. —Fenrir frunció el ceño sorprendido—. Lo que más me dolió fue tu comportamiento de antes y justo el de después. Ese que me mostraste cuando prometiste follarme rápido y sin tener en cuenta mi estado físico, esas crueles palabras que amenazaban con matarme incluso estando criado por tí, ese zarpazo y el desprecio, y la exigencia de creerte mi dueño... —la tímida emoción que aportó calidez a su pecho se disolvió, tornándose en el conocido sentimiento amargo de decepción y rechazo—. Absolutamente todo... —entornó la mirada acuosa—, que quisieras compartir el celo es lo menos importante. Me hubiese entregado a ti en cuerpo y corazón si... al verme, hubieras largado a tus acólitos y sostenido mi cuerpo vulnerable entre tus brazos, reconfortándome y pidiendo perdón, diciendo que notabas lo mismo que yo. —El brillo en sus ojos celestes tomó forma de lágrimas que se derramaron lentamente por sus mejillas—. Yo esperé por esas palabras, esperé... por esos gestos... —deshizo el contacto de sus manos unidas, con la barbilla temblorosa, y emitió un gemido lastimero. Rememorar esa experiencia le resultaba insoportable—. Te llamé, te reclamé-

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora