12 - Dark Brand

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El chirriante sonido de las verjas abriéndose mecánicamente les dió la bienvenida a una de las mansiones solariegas más hermosas y antiguas de Inglaterra. Avanzaron en silencio por un camino recto de grava que conducía a las amplias escalinatas de piedra elevando del suelo la mansión. Los jardines desbordaban vegetación cuidadosamente recortada en matorrales y setos soportando una variada flora multicolor. Las puertas principales dieron paso a un vestíbulo ricamente iluminado y ostentando una decoración de histórica belleza.  Fenrir caminó hombro con hombro con Bill, desprendiendo por el siguiente pasillo el inequívoco mensaje feromonal de defensa. Su mirada penetrante fijada al frente, sus músculos tensos y los sentidos alerta, rumiaba sumergido en un pensamiento cuya naturaleza desconocía el Omega.

Bill no se atrevió siquiera a respirar, el ambiente les acogía con infinidad de estímulos olfativos y visuales que avasallaron al ojo inexperto de asombro, admiración, cautela y temor. El omega se aproximó inconscientemente para cubrirse bajo el manto protector del instinto del Alfa, que paró en seco frente a unas dobles puertas pesadas en madera tallada en bajo relieve.

Fenrir miró de reojo el encogimiento de hombros del omega y su impulso oscilante entre encomendarse a su protección o revelarse. Posó una mano firme sobre su hombro sano y se inclinó para susurrarle al oído.

—Si alguien te pone una mano encima le reviento la cabeza, bien sabes que no es broma.

Bill parpadeó estupefacto por esas palabras murmuradas que acariciaron reconfortantes su piel, alzó la vista buscando la seguridad en sus ojos profundos y la encontró a escasos centímetros de su rostro. El alfa le animó con un leve apretón en el hombro y se incorporó para golpear dos veces la aldaba contra la madera barnizada de roble. 

La tensa espera se palpaba en cada entrecortada exhalación, cerró los párpados y se abrazó al arrullo constante que emitía su corazón cabalgando junto al corazón bravío del Alfa.

—¡Hola! ¿Por qué coño no me has avisado?

El Omega abrió los ojos sobresaltado cuando la puerta chirrió y mostró a una beta de cabello negro que gritaba a Fenrir con ademanes bruscos.

—¡No me toques los cojones. Aparta y déjame pasar que es mi puto despacho y para eso te pago!

—¿Qu-qué? —balbuceó desconcertado al verlo entrar y a la beta mirarlo con una sonrisa pícara.

—Encantada, soy Pansy —se presentó ladeando su cuerpo para invitarle a pasar.

—Yo Bill. —Más que caminar, corrió al alfa y le dió un manotazo en el brazo reflejando rabia—. ¡Me has dado un susto de muerte!

Fenrir le sonrió malicioso y comenzó a reírse. —¿Y lo que he disfrutado viéndote entregarte a mí? Eso no tiene precio.

—¡Que me estaba dando un ataque! ¡Joder! Yo pensando que te tirabas un pedo y salía una metralleta en cualquier parte y adiós vida.

—Bueno, bueno, bueno, jefeeeeeeeeeeee. —Pansy se interpuso entre alfa y omega y expandió un bálsamo dulce aromatizado a chocolate negro—. Ignoraba que fueras tan gracioso, yo creía que no sabías reírte si no era antes de matar a alguien.

—¡Y no te equivocas! —le dijo Bill a la beta—. Casi me da un infarto de lo acojonado que estaba.

—¿De verdad crees que te traería si peligrase tu vida?  ¡Ni muerto! —contestó antes de que Bill respondiera que sí—. A la faena, Pansy, tu nuevo ayudante.

—¡Oh! Fenomenal.

—Os dejo un momento para que lo habléis que voy a hacer unas cosas.

—¿¡Qué!? ¡No me dej-

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora