57 - La cuenta atrás

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La celebración de Año Nuevo fue de carácter muy íntimo y sencillo. Disfrutaron de una cena a la luz de las velas en el jardín, celebraron con mil besos las campanadas y culminaron la noche brindando por su nueva vida con champán, tumbados en las hamacas y viendo nevar bajo el cielo estrellado mientras retomaban conversaciones pendientes.

Una tarde de finales de enero, Fenrir entró por la puerta de casa jurando que vivía despierto un sueño. Su omega no lo recibió, en su lugar, lo oía trastear entre el jardín y la cocina mientras él colgaba el abrigo y el paraguas en el perchero. Olía a hogar, enlazamiento, amor y crianza insatisfecha, las luces y la chimenea prendidas, el perfume de su omega… Inspiró aliviado, desapareciendo los nervios porque la noche anterior tuvieron una conversación un poco acalorada, debido a que él no llevaba bien que el trabajador y amigo de Bill fuera alfa, y había reaccionado de manera celosa y posesiva. Bastó una sesión con el psicólogo para empezar a manejar su patológica inseguridad y miedo a perderlo. Su Omega llevaba la marca distintiva de la Dark Brand en el brazo, estaban doblemente enlazados, buscando cachorro y preparando una boda; y sobre todo, habían superado exitosamente lo inimaginable para una relación. No existía motivo alguno para la discusión. Por eso salió al jardín emanando feromonas de pertenencia y arrepentimiento con un toque de sumisión.

—¡Alfa! —Ahogó con un beso tierno el intento de saludo de su alfa y se colgó de su cuello como un monito. Tampoco estaba Bill dispuesto a alargar una discusión ya solucionada, manteniendo ningún tipo de rencor—. He comprado carne para que cocines una estupenda barbacoa para dos.

—¡Ah! Por eso querías la barbacoa —Lo aupó del culo con sus manos, sonriendo animado—, para que yo cocinase cosas comestibles.

—No. Quiero que vayas entrenando para cuando empiece a organizar fiestas domingueras y a invitar al vecindario. —Fenrir decayó sus comisuras, enfatizando el abrazo de sus muslos—. ¡Necesitamos socializar!

—No me pidas ser el alma de la fiesta, y además, no tenemos necesidad alguna de aguantar a gente que me importa una mierda y no pinta nada en nuestras vidas.

—Me contento con que al menos gruñas sí o no cuando te hablen, así no sospecharán que somos mafiosos.

—¿¡Somos!? Ja, ja, ja, así me gusta… —Besó sus labios con el orgullo henchido—. Cuánto te gusta cuidar de las apariencias.

—Imagínate que algún día pasa algo turbio. Tenemos que asegurarnos de que nuestros vecinos piensen bien de nosotros y eliminar cualquier atisbo de sospecha. Lo típico que se le dice al reportero de: «Pues no me lo esperaba, eran un matrimonio de lo más simpático y amigable. El omega una dulzura que no mataría a una mosca, y el alfa un gruñón demasiado viejo como para poder haber hecho eso.»

—¡Eh! ¡¿Viejo, yo!? Con ochenta todavía seré capaz de romper huesos.

Bill se rio y después se dieron otro beso antes de que Fenrir lo dejase en el suelo y le siguiera a donde le llevaba. Le había preparado una fuente enorme de carne y una lata helada de cerveza con un puro en la bancada construida al lado de la barbacoa.

—Joder, omega… Tú sí que sabes…

—Mientras cocinas, me quedaré relajadito en la tumbona con el portátil, al lado de la estufa.

—Bill…

—Es pronto.

Cada semana, su alfa le hacía la misma pregunta y él le daba la misma respuesta. Tenían el test de embarazo guardado en la mesita de noche, esperando ser utilizado cuando el omega lo viera necesario. Ese era otro tema peliagudo al que no habían llegado a un consenso. Fenrir no quería agonizar esperando y estaba más que preparado para saltar de alegría o llorar de pena con el resultado; cuanto antes lo supieran, antes podrían ir a fertilidad para saber las opciones si resultaba que el celo había sido un fracaso. Por el contrario, Bill estaba empecinado en esperar el mayor tiempo posible por si sufría un aborto espontáneo aunque fuese omega. Él se negaba a ver un positivo e ilusionarse y que luego descubriera que lo había perdido cuando fueran a la cita del primer trimestre. Así que aquello se había convertido en una cuenta atrás, un impasse que mantenía en vilo sus latidos, sus anhelos y sus respiraciones enganchadas en la garganta.

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora