55 - Nuestro hogar

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Después de casi cuatro años, Bill pisó de nuevo el caminito embaldosado que conducía a la puerta principal. Fenrir descargaba la compra y él solo podía admirar la imponente casa que tanto había añorado. Suspiró titilando alegres sus ojos empañados, y una sonrisa tímida bailó en su rostro ilusionado.

—Ahora sí que pareces Elisabeth Bennett viendo por primera vez Pemberley —afirmó el alfa al pasar por su lado, llevando bolsas al porche.

Bill carraspeó sintiendo la cara arder y se unió para ayudar a llevar la compra. Todo estaba esperando en la entrada, pero el alfa no había abierto la puerta.

—Se nos va a echar a perder la tarta y lo de la nevera.

Fenrir le tomó la mano ignorando su comentario, con la mirada perdida en sus pensamientos. Fue entonces que Bill lo entendió, estaba recordando el primer día de su convivencia.

—Te hice esa propuesta porque tenías razón —habló mirándole fijamente—. Quería a un omega en mi territorio, estaba tan desesperado porque fueras mío, que hice lo posible porque te vieras acorralado y sin escapatoria.

El pelirrojo enfatizó sus manos entrelazadas, escuchando atentamente.

—Me despreciaba por desear en parte lo mismo que mi instinto, y a la vez estaba dividido. Por un lado, detestaba que te revelaras a mí, pero por otro, me sentía orgulloso de tu carácter indomable. No soportaba tu rechazo, me dolía horrores todas las verdades que me escupías sin tapujos y a pesar de todo, anhelaba verte, oírte y olerte. Revolvías mi voz de la conciencia y usaba mi poder para hacerte pequeño, porque era yo el que se sentía pequeño de tan grande que te veía.

Bill se apoyó en su cuerpo, descansando las manos en sus pectorales, recibiendo un abrazo protector de su alfa y enviando feromonas de amor.

—Cuando te resistías a mi dominio, despertaba mi ira porque siempre he querido verme por encima del resto, que todos me obedecieran y sentir que tengo el control absoluto de todo cuanto me afecta.

El omega acarició su mejilla, apenado. —Tal vez porque en tu infancia te sentías ninguneado, despreciado, humillado, controlado y sobre todo; muy pequeño, vulnerable e insignificante.

—En parte, supongo… —Se inclinó un poco y besó su mejilla rasgada—. Siempre he necesitado anular al resto para no sentirme un despojo —susurró en su oído.

—Y pese a ello, me juego lo que quieras a que ese sentimiento siempre lo has tenido, hicieras lo que hicieras.

—Principalmente, cuando amo y me niego al rechazo. —Levantó el rostro mostrando la mirada cargada de lágrimas—. Me duele mucho el rechazo, omega. No soporto que me abandonen las personas que quiero.

—Lo sé.

—Siento todo lo que has tenido que soportar, no sé amar de otra forma. A nuestra edad resulta muy pesado ir enseñando y aguantando a nadie, pero algo aprendí el año que estuvimos juntos y quiero seguir aprendiendo.

—La clave es estar dispuesto. —Sonrió un poco y le limpió las lágrimas que discurrían lentas por su cara—. Si tú lo estás, yo también.

—Vamos a pasarnos horas y horas hablando por los codos de nuestras conversaciones pendientes.

—Y me alegro, sobre todo porque vamos a poder hacerlo relajaditos en la tumbona de nuestro maravilloso jardín.

Fenrir arqueó una ceja y sonrió ladino. —Yo siempre he pensado que Lizzy es una interesada que le empezó a gustar Darcy cuando vio la mansión.

—¿Qué? De eso nada. Ella se interesó en él justo cuando empezó a comportarse adecuadamente.

—¡En absoluto! Se quedó embobada viendo la pedazo de mansión con sus terrenos ajardinados, y luego suspiró apenada al descubrir lo que había perdido al rechazarlo, y ya después iba por ahí toda modista y ruborizada delante de él. ¡Beh!

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora