17 - La mierda bajo la alfombra

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Fenrir era una bomba de relojería activada cada segundo del día, Bill solo tenía que descubrir el cable que debía cortar para desactivarla, o mejor dicho; el que no debía cortar para que explotara. El patrón general iba tomando forma con cada encuentro, cena, comentario, cada breve charla insustancial y cada noche compartida en la cama.

Desde el enlazamiento —hará dos semanas—, el alfa no le había reclamado cópula, pese a dormir muy pegados y sentir el calor de sus cuerpos rezumando excitación. La rutina era despedirlo de buena mañana con un beso en la cama, pasar unas horas con Pomie, ir a rehabilitación a medio día cuando el alfa lo llevaba, usar la tarde para el papeleo y descansar un poco antes de preparar la cena; momento que el alfa llegaba a casa alternando ropa impoluta o manchada de sangre. Bill se devanaba los sesos intentando averiguar porqué no le montaba. ¿Esperaba que fuera él quién tomara la iniciativa? ¿No le apetecía? ¡Raro! Ese hombre parecía vivir sumergido en sexo y peleas, ¿Resistencia pasiva para alargar la liquidación de la deuda? ¿Se desfogaba con otros? No venía oliendo a...

—Fenrir.

El alfa torció el morro molesto por ese llamado y le respondió sin apartar la vista de la televisión.

—¿Qué?

—¿Tú... —El nombrado le miró arqueando una ceja—. ¿Cuáles eran tus costumbres antes de conocerme? Con respecto al sexo.

Su respuesta fue apretar la cara componiendo una mueca de lo más incómoda a la vista.

—Madre mía, pareces un perro con rabia —murmuró intentando no reírse—. No he dicho nada del otro mundo.

—¿Por qué lo preguntas?

—Porque a decir verdad, no tenemos confianza en la intimidad y estamos enlazados, así que...

—Soy muy simple. —Se encogió de hombros expresando su voluntad de conectar las dos neuronas funcionales para tales menesteres—. Lo que has visto: besarte, tocarte y follarte, no necesito más.

—Pe-pero... Jajajajaja —Empezó a reírse ante el desconcierto del Alfa—. ¡Sí que eres simple!

—¡¿Qué esperas?! Me gusta lo que me gusta, follar, lo demás son gilipolleces que adornan lo básico. ¡A mí no me vengas con cosas raras! —se apresuró a aclarar al ver que el omega continuaba riendo.

—No, jum... —Bebió un trago de agua y carraspeó para poder hablar—. No tengo ningún fetiche en especial, pero me he dado cuenta de que a tí te gusta el sexo duro, el bruto, el salvaje, el que perfora a un omega sin contemplaciones y lo quiere más manso que un muerto.

—¡Tampoco te pases! —Bill arqueó una ceja sonriendo escéptico—. No es tanto que me guste como que me nazca ser así cuando me excito.

—Un tipo como tú sin pareja debía quemarse los bares en busca de sexo casual.

—¿Un tipo como yo? —preguntó ofendido—. Un poco más de respeto, que soy tu Alfa.

El arqueo de cejas más acusado de la historia omegaverse perpetrado por un omega, que derritió lentamente su sonrisa para sustituirla por una mueca hosca. O Fenrir tenía el genio muy corto, o Bill poseía el don de hurgar en la llaga; o ambas cosas a la vez. Lo que más fastidiaba al omega era que su idea de tantear sobre terreno sexual para conocer mejor al alfa, y poder averiguar la razón de la sequía quinquenal, se había estropeado; plan desbaratado. Fenrir lucía igual o más molesto que él, la apacible cena al garete, la posible cópula nocturna de quinientas libras también. Así que...

—Te recuerdo las cópulas que me has dado —atacó mordaz. De fondo se oía el rechinar de unos dientes pertenecientes a una mandíbula tensa y apretada—. A cada cual más violenta y despiadada.

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora