16 - Por tí

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—¡Buenos días!

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—¡Buenos días!

—Buenos días Pomie...

—¡Ah!

Ni aunque su vida dependiera de ello, podría la señora Sprout disimular la sorpresa de ver a Bill por la cocina luciendo la marca. Una mordida fea, amoratada, inflamada y de obscenas proporciones que rompía la bella armonía de su estilizado cuello.

—Sí, Pomie. —Tomó asiento en el taburete de la isla y recibió con una exultante sonrisa la taza de té con leche que le había preparado para desayunar—. Hoy me quitan el cabestrillo y ya no seré un completo inútil, no será necesario que vengas todos los días.

—No me importa venir todos los días, aunque entiendo que estando enlazados querréis más privacidad para disfrutar de vuestra Luna de miel.

Bill sorbió ruidoso de la taza persiguiendo con la mirada las idas y venidas de la asistente, que no parecía dispuesta a mostrarle la cara.

—¿Todo bien, Pomie?

La mujer paró un momento de faenar y le miró directamente.

—¿Todo bien, omega? —preguntó arqueando las cejas.

Unos segundos silenciosos manteniéndose las miradas antes de que Bill respondiera.

—Sí. —Sonrió secamente.

—Yo huelo que quieres la marca-

—Suéltalo, Pomie —le apremió tajante.

—No quiero inmiscuirme...

—De igual manera lo haces. Ayer mismo me mentiste diciendo que era su cumpleaños. No me gusta que me tiendan trampas.

La señora Sprout suspiró ruidoso y se sentó a su lado en actitud solemne.

—No era una trampa, cariño —explicó tomándole de la mano con firmeza—. No sabía si tú conocías la fecha, solo pretendía que tuviérais una razón de celebración. Conozco al señor Greyback lo suficiente como para saber que no rechazaría cualquier muestra o intención de celebración proveniente de su omega, sobre todo con la mala racha que lleváis.

Bill le correspondió el apretón de manos asintiendo conciliador.

—¿Qué te parece el regalo de cumpleaños que le he hecho? —Estiró el cuello exponiendo la marca.

—¿Le has regalado el enlace?

—Ya te habrás dado cuenta de que me metió en casa sin haber tenido previamente una relación. Somos mayorcitos así que... ¡Tic-tac, tic-tac...! El tiempo apremia.

—Me lo imaginé en el mismo instante que te vi asomar esa carita legañosa y temerosa por el pasillo. —Besó el dorso de su mano con afecto—.  Pero las prisas no son buenas. Emplead bien el tiempo para conoceros a fondo, y enlazados con más razón.

IV En el corazón del lobo (Saga lobo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora