Davina
—No sé qué hacer. No quiero salir de la casa y encontrarme a personas, reporteros y fotógrafos mientras camino.
Me siento tan mal, aunque sé que no es mi culpa y que la mayor responsable de todo esto es mi madre. Una mujer que no he visto en años y que cada paso que doy parece que ella está detrás de mí. Todos mis problemas iniciaron con ella, desde los cinco años haciéndome hacer dietas, bajar se peso, haciéndome vomitar cada vez que veía que comía algo que no debía, y luego haciendo que me tomaran fotos como sea solo para tener dinero.
La pasé muy mal cuando ella se fue, porque estaría sola, pero luego de un tiempo sabía que estaba mejor si ella en mi vida. Pero mi madre nunca me deja ser feliz.
Aún así, no puedo creer que una parte de mí la quiera muerta.
Luego Nanci, haciéndose "cargo" de mí a los dieciocho años. Pensé que podía ver en ella una amiga o madre, por mucho tiempo pensé que quería ayudarme, consiguiéndome un contrato en la mejor agencia de Londres. Ayudándome con mi peso y mi apariencia. Otra equivocación.
Todo lo que me hicieron desde niña. Todo lo que permití que hicieran conmigo desde niña hizo que llegara a esto.
No puedo verme al espejo, solo me da asco observar mi reflejo.
No sé cuánto he comido desde hace cuatro días, no sé cuantas veces lo he vomitado cuando llego a un exceso, luego de haber estado un poco mejor en estas semanas.
No sé cuánto he llorado estas noches hasta dormirme en silencio para que Christopher no me escuche, aunque sé que lo hace cuando pasa su brazo por mi cuerpo y me pega a él.
Me he encerrado por completo en esta habitación, sin querer ver a nadie. El único al que veo es a mi novio y porque no importa cuantas veces le diga que quiero estar sola y dormir sola, no me deja. Hace dos noches me fui a la habitación de invitados que no se usa nunca y dormí ahí, pero como quiera llegó y se acostó a mi lado sin tócame, sólo estaba ahí.
—Supongo que eso es todo lo que he hecho estos días...
Levanté la vista al terminar de contarle todo eso a la terapeuta. No la miraba a ella, sólo miraba a otro lado abrazando mis piernas.
Estaba sentada en la cama y ella en una silla, Christopher la había traído luego de negarme a salir.
—De acuerdo. —la miré de reojo— Sabes que te ayudaré lo más que pueda, Davina, pero debes recordar que tú también debes ayudarte.
Suspiré asintiendo.
—Lo intentaré...
—Muy bien. —sonrió.
Estuve hablando más o menos con ella durante toda la mañana, por lo menos contestaba una que otra pregunta, otras sólo las evitaba.
No estuvo tan mal como me hicieron creer por mucho tiempo.
Se puso de pie y se acercó a mí dándome la mano cuando el reloj marcó las doce del medio día.
—Vendré mañana a la misma hora, o puedes ir a mi consultorio. —sugirió— Podemos intentar mañana que vayas acompañada con alguien, ¿te parece bien?
—Yo... la llamaré mañana si lo hago...
Cuando se fue me pude acostar otra vez.
Si salgo, seria dentro de un auto, porque no quiere encontrarme con ninguna persona y que comience a hacer preguntas sobre las fotos. Eso era lo que quería evitar, dar explicaciones sobre esas maldita fotos.