—¿Por qué tengo que hacer esto?
Mamá acomodó la falda con fuerza, casi me dejaba sin respirar.
—Porque sí. —fue su única respuesta.
—Pero yo no quiero modelar. —me di la vuelta para mirarla— Mami, hoy es el cumpleaños de una de mis amigas, quiero ir.
—Ya te dije que no. —tomó mi mentón con fuerza— Esta es una oportunidad única, si lo haces bien te pondrán en revistas, llamará de mi how lugares y serás famosa.
—Yo no quiero serlo... Quiero ir con mis amigas.
—Pues soy tu madre y harás lo que diga. —se enoja feo— Ahora sal con una sonrisa y no te atrevas a hacerme quedar mal.
Me da un empujón para que salga a la pasarela.
Esa fue la primera vez que modelé en mi vida. Y la última vez que me invitaron a una fiesta de cumpleaños, luego de eso las pocas amigas que tuve entre mi niñez y adolescencia se iban porque no tenía tiempo de estar con ellas. Y en las pasarelas aunque intentara nunca me llevé con mis compañeras, ahí sólo habían envidias e hipocresías.
Miró a la mujer frente a mí, siempre tan elegante y seria, con una postura que aunque no la conocieras sabías que es o era modelo. Mi madre fue modelo antes de tenerme, una no tan famosa. Supongo que por eso se obsesionó tanto con que yo modelara y saliera en casa revista posible.
Han pasado varios años desde la última vez que la vi, y sigue viéndose igual de hermosa y joven. Es como si los años no pasaran en ella.
—¿Cómo supiste que vivo aquí? —cruzo una pierna sobre la otra sentada en el sofá de la sala.
Le había pedido a Christopher que me dejara sola con ella para saber la razón por la que estaba aquí. Como quiera estaba hablando por su celular en el comedor, sin perderme de vista.
—Sólo lo supe. —contestó en francés mirando a mi marido y luego mirándome a mí— Tu empleada no quiso decirme nada de ti ni dónde podría encontrarte.
—¿Y para qué viniste?
Para nada bueno estoy segura.
—Sé que no nos vemos desde hace varios años, pensé que al volver no seguirás en Londres.
—No nos vemos desde que te largaste y me dejaste sola. —le sonreí contestándole en el mismo idioma— Dime que es lo que quieres, sé que no viniste para saber como estoy.
—Te equivocas, sí quiero saber de ti.
Levanto una ceja.
Quizás hace unos años le hubiera creído, quizás hace unos meses le hubiera creído y aceptado, pero no ahora.
—No tienes que mentir. —ruedo los ojos— Dime de una vez lo que quieres para que te vuelvas a ir y me dejes en paz.
No quiero saber de ella. Todo lo malo que había en mí era por su culpa, el que no volviera a ver nunca a mi papá fue su culpa. Todo lo que me ha ocurrido ha sido por culpa de ella y no la quiero en mi vida para que sigan pasándome cosas malas, ni en mi vida ni en la de mi hijo.
Ella parece derrotada, quizás pensaba que seguía siendo la misma chica de dieciocho años que dejó sola.
—Necesito tu ayuda.
—Soy modelo no policía, madre.
Me miró enojada.
—No te hagas la graciosa, Davina.