Christopher me mira con los brazos cruzados en el pecho muy serio. Estoy a nada de apagar la computadora si me sigue mirando así.
Cuando me fue del parque y llegué a casa me quedé pensando en que hacer con mi madre, y cómo no sabía decidí llamar a mi marido para contarle lo que había sucedido ayer, y que me ayudara en esto.
—No le darás nada.
Un error porque ya desde antes sabía cuál sería su respuesta.
—Ella no me dejará en paz, la conozco. —recojo mi cabello en una cola alta— Si le doy el dinero se irá de Londres y no me volverá a molestar.
A mi madre lo único que le importa es el dinero, en cuanto en su cuenta esté todo el dinero se largará como siempre lo hace. Esa fue la única razón por la que vino, para que le diera dinero. No me interesa para qué o en cuanto tiempo se lo gasta, sólo quiero que se vaya.
—Y por si las dudas... Podrías ... No sé... ¿hacer que cuando se vaya ya no pueda pisar Londres?
Por si acaso... No me voy a arriesgar a que siga aquí.
—Mejor no le des nada y que se largue sola.
Suspiro.
—No es solo por eso, es que al fin tengo la posibilidad de encontrar la tumba de mi padre. Ella siempre ha sabido dónde está.
La busqué durante años, incluso Christopher lo hizo y no dimos con nada. No está en ningún cementerio del mundo.
—Ni si quiera estás segura de eso, Davina, es solo una suposición.
—Lo estoy, estoy segura que ella lo sabe...
Christopher rueda los ojos, cuando me va a decir algo más la voz de Patrick lo interrumpe diciéndome que deben irse ya a una reunión. Vuelve a mirar a la cámara y le sonrío.
—Me encargaré de mi madre, tú sigue con tus cosas. —le mando un beso— Te amo, hablaremos luego.
Aprieto el botón de mi computadora que termina la videollamada y la cierro. Termino de arreglar mi cabello para salir, había quedado de verme con Fabiola en su casa. Supongo que me contará que al fin está en una relación con Recce, algo que ya sé porque Christopher me lo dijo.
Me alegro por ella, no la había visto tan feliz como en estos días.
Me pongo de pie y voy hacia donde están mis joyas. Tomo uno de los collares y con cuidado me lo coloco, me lo regaló Christopher hace unos días al igual que las sortijas que me coloco.
Al lado de todos esas joyas veo el collar que ni padre me regaló cuando era niña. Siempre lo tuve guardado porque me daba miedo perderlo, la única vez que lo usé fue en mi boda, pero en cuanto llegamos de la luna de miel lo guardé bien.
Era lo único que tenía de mi padre, lo único que pude esconder cuando mi madre despidió echar todo lo que me había dado a la basura, según ella para que no lo echara de menos.
Últimamente pienso mucho en él, quizás porque estoy al fin teniendo una vida tranquila, algo que seguro le alegraría mucho. Nunca le gustó que modelara, no con las presiones que mi madre ponía sobre mí.
Él era la única persona en aquel tiempo que se preocupaba por mí de verdad.
El sentimiento y ganas de llorar llega otra vez, pero me controlo.
Salgo del armario. Agarro mi bolso de encima de la cama y me despido de ambos perros que duermen en una esquina para que nos les de el sol.
Subo a la camioneta que me espera embisto frente a la puerta de la casa, ya les había dicho a mis hombres que se prepararan para salir. El chofer pone en marcha, una camioneta va al frente de nosotros y otra está atrás.