En esta época del año, cuando abril está acabando, los días comienzan a ser un poco más cálidos, pero las noches siguen siendo un poco frías. Por esa razón siempre me termino pegando contra el pecho de mi novio.
Esta noche no fue diferente, dormí siendo abrazada por Christopher como si no quisiera soltarme. Su mano había reposado en mi abdomen durante la mayor parte de la noche y eso me hacía sentir bien.
Nos habíamos despertado con los chillidos de Hades, Christopher lo había sacado de la habitación cuando yo lo había acostumbrado a dormir conmigo.
—Calla a ese perro. —gruñó mi novio colocando un brazo sobre sus ojos.
Me levanté divertida por verlo así. Abrí la puerta de la habitación y rápido Hades pasó dando pequeños saltos que lo hacían parecer una cabrita con manchas. Zeus venía detrás de él pero más relajado y sin escándalos.
El cachorro saltó a la cama, dándose cuenta que Christopher estaba en el lado en donde se acostaba, así que comenzó a molestarlo. Christopher lo apartó, pero él soltó un agudo ladrido y siguió molestando jalándole la sábana de encima.
—Hades. —lo regañé. Me miró con la sábana en su boca— Baja, ahora.
No fue hasta que Zeus gruñó que él dejó de estar en la cama, sentándose al lado del perro más grande con las orejas agachadas. Me dio mucha pena, así que lo tomé, recibiendo una lamida en mi mejilla.
—No les hagas caso, son muy amargados los dos. —sonreí— Tú y yo somos sol rayitos de luz de esta casa, y pronto tendremos otro.
Si es que tengo suerte y no es igual de amargado que Christopher...
Cepille rápido mis dientes y bajé a darles comida a ambos perritos, Miranda había llegado así que vaya se encontraba preparando el desayuno. Me senté en la silla alta de la isla de la cocina, Christopher bajó y se sentó a mi lado. Miranda nos colocó los platos de comida frente a nosotros.
—¿Quién lo sabe? —preguntó Christopher cuando ella se retiró— Aparte de tu amiga.
—¿Por qué tan seguro que Fabiola ya lo sabe?
—Porque le cuentas todo, y seguramente ella lo notó primero que tú. —levantó una ceja— ¿Me equivoco?
Sonreí, confirmándole que exactamente como lo dijo, Fabiola fue la que notó primero que yo que algo pasaba.
—Sólo ella y mi doctora.
Asintió.
—No quiero que nadie más lo sepa, y tampoco quiero que salgas sola.
—Amor, nunca salgo sola, te recuerdo qué hay unos veinte soldados detrás de mí todos los días.
—Pero ahora estarán al lado tuyo.
Ya que. La única diferencia de esto es que van a estar más cerca de mí.
—Las cosas están tensas. —se pasa la mano por la cara frustrado— Mis enemigos me quieren fuera del juego, buscarán una forma de hacerlo. —me miró— No me arriesgaré a que te hagan algo, por eso una vez se comience a notar el embarazo no saldrás de aquí, a menos que sea conmigo.
Le iba a decir que era un exagerado, pero entiendo que solo lo dice y hace para mantenerme segura, y con un bebé en camino mucho más.
Pasé mi mano por su mejilla con una sonrisa y me incliné para besarlo.
—Te amo. —hablé sobre sus labios— Y estoy feliz, mucho.
Su mano tomó mi cuello para besarme, con la otra hizo que bajara de mi silla para sentarme horcajadas sobre sus piernas. Pasé mis manos por sus brazos, hombros, hasta llegar a su nuca. La de él bajaron hasta mi cintura, subiendo la camisa sólo un poco, bajando luego hasta mi trasero para moverme sobre él.