"Hay quienes dicen que las personas más tranquilas resultan ser las más peligrosas"🌷
Me quedo asombrada al ver la enorme casa frente a mí. No sabía que decir exactamente.
—¿Nuestra casa? —di media vuelta lentamente para mirar a Christopher— ¿Nuestra casa?
Reaccioné soltando un chillido y dando saltitos cundo asintió pasándome las llaves. Tomé su rostro para llenarlo de besos, causándole una sonrisa. Besó mi sien tomando mi mano y entrelazando nuestros dedos, para comenzar a caminar hacia la puerta de entrada.
Se podían ver las brillantes paredes blancas que, desde lejos, la hacía lucir elegante. Al rededor habían arbustos y espacios verdes, lo primero que se me viene a la mente es lo bonito que estarían esos espacios con flores.
Dentro de la casa, en la primera planta, resaltaba el blanco con algunos toques grises. El vestíbulo, la sala de estar, el comedor y la cocina tenía esos colores.
Aunque desde a fuera se veía una casa de dos pisos, en realidad eran tres. La tercera planta estaba debajo, contaba con un gimnasio y una alberca interior, a de más de una habitación de cine. Antes de que viera el patio trasero, mi marido me llevó a la segunda plata. Debo decir que fue mi favorita.
Los colores habían cambiado, ahora era el blanco y dorado quienes resaltaban, a excepción del estudio de Christopher que era en tonos oscuros. Había una sala familiar, otro comedor un poco más pequeño que el de abajo -aunque de pequeño no tiene nada- y cinco habitaciones adicionales a la nuestra, todas con baño y un armario.
Me sorprendió y me pareció lindo que una de las habitaciones la haya mandado a hacer para Fabiola.
—Estaré lejos varías veces, necesito que no te quedes sola, y ella siempre está pegada a ti. —contestó.
Y nuestra habitación, esa era la mejor de todas. Los colores también eran diferentes al resto, y es que tenía una combinación de lo que nos gusta a ambos. Tenía una terraza amplia que deba hacia el patio en el lado izquierdo, el baño estaba al lado derecho de la habitación, dentro había una tina de mármol, y frente a ella había un ventanal desde donde se podía ver la ciudad, a un lado del baño y un poco alejadas una de la otra, habían dos puertas más.
—¿Eso que es? —caminé hasta allá.
—La puerta de la izquierda es mi armario, la de la derecha es el tuyo. —me siguió.
—¿Y por qué dos...? —lo miré por encima de mi hombro.
—Para que tus cosas no terminen en mi lado. —bufó.
Habla como si eso pasara siempre, y sólo han sido... unas cinco veces. No es mi culpa, a veces llegaba tan cansada que no me fijaba donde colocaba mis zapatos, o mis aretes, siempre acababan en su lado. Pero habla exagerado.
Abrí la que me dijo que era mi lado, quedando asombrada al ver el gran armario que había dentro. Parecía otra habitación. Entré dando pasos lentos, mirando todo el espacio que había para ropa, zapatos, bolsas, joyería y un tocador para mi maquillaje.
Seguí caminando hasta la parte de atrás, donde me di cuenta qué hay un largo espejo, que conecta su lado con el mío. Mientras que mi lado es de colores rosa y beige, su lado es negro y gris.