【XXVI: La mirada del Insurgente】

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Nota: 
El siguiente capitulo es un especial desde el punto de vista de Henry Horvart
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"Una gota de sangre puede hacer toda la diferencia"

La frase de Alphonse corría por mi mente una y otra vez sin parar, recordando una y otra vez lo que había visto durante la activación del artefacto. ¿Qué demonios quería decir con eso? Sobre la sangre habian muchas cosas que decir, no era como que fuera muy resumible en una sola oración, y ya no existía modo de comunicarse con él... Se había ido y no volvería dentro de mucho tiempo.

Mucho tiempo.

Suspiré terminando otro trago de ron, la cabeza me daba vueltas y sentía el cuerpo debilitado. Usualmente el alcohol adormecía todos los pensamientos que me molestaban y bajaba la cantidad de estímulos que alertaban mis sentidos, pero en esa ocasión específica no parecía estar ayudando, sino todo lo contrario.

Busch relleno mi vaso alzando una ceja.

—Pensé que ya habrías marchado a Australia— comentó.

Rodé los ojos con una sonrisa y miré el alcohol, dudando si tomar más o no, pero finalmente lo trague todo de una vez.

—Aghh... eso hice, y me enviaron de vuelta con un grupo de dingos— le respondí. Busch estaba "retirado" de las líneas insurgentes. Era ahora parte de nuestros ojos en Berlín, y se quedaría atrás durante la retirada controlada que estábamos haciendo.

Alzó una ceja sirviendo un par de cervezas a los que estaban a mi lado, precisamente tres de los insurgentes australianos que habían venido conmigo. Dingos eran los soldados de primera línea del desierto... eran especialmente problemáticos, así que les quedaban bien ese sobrenombre.

—¿Cuándo completarán la retirada? ¿Qué pasó con el artefacto?— Busch preguntó de nuevo y lo miré.

—Activamos el artefacto. Cómo suponíamos requería de un usuario, cuando termine esto me lo llevo y la llave también a Australia de vuelta— le hice un gesto para que volviera a rellenar mi vaso.

—Pero no sabemos los planes de la Corporación, ¿Alcanzará el tiempo?— bajó las cejas, sirviéndome.

Apreté los labios...

—Tendrá que alcanzar. Haytham logró destapar todos nuestros espías, tal como el gran Padre esperaba que hiciera al traerlo a Berlín— gruñi. Ese bastardo hacía bien su trabajo...—No tenemos idea de que puede pasar, hoy se van algunos grupos hacia el sur, aún tenemos unos días— o eso esperaba.

Busch no pareció muy convencido y siguió atendiendo la barra con un aire pensativo, y apoyé la cabeza en los brazos. No sabía bien qué hacer en ese momento específico, tenía la lista de Elizabeth y las indicaciones de Alphonse, pero ser el hombre en terreno era mucho más difícil, no era tan simple como seguir instrucciones, todo cambiaba, el mundo no esperaba.

Estaba cansado. Muy cansado. Solo quería cerrar los ojos y no pensar en nada más, ni en Elizabeth y Alphonse que ya no estaban, ni en Haytham que nos había traicionado a todos, o lo que decían algunos de mi esposa...

Sentí un nudo en mi garganta y boté el aire, levantando la cabeza para tomar el ron, vaciando otra vez el vaso con un gruñido. No había tiempo para sentimentalismos... pero quizás podía descansar un momento.

Me apoyé contra la barra y en algún momento me dormí.

Mi mente cayó por un agujero oscuro y sentí el aire escaparse de mis pulmones. Mi cuerpo flotaba en un océano oscuro y no podía respirar o intentar nadar, estaba entumecido y mis sentidos embotados. Me sentí atrapado y perdido.

Patrick Elgart, el Cazador.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora