【XXIV: Operación Schadenfreude 3: Sin Correa 】

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La sangre cubría completamente el suelo, tanto que mis botas resbalaron con los charcos y vísceras. El humo rojo cubría mi visión y sentí un grito cerca mientras el cazador presionaba mi cabeza contra el suelo y disparaba su pistola. Podía sentir el olor metálico y húmedo de la sangre, y cada vez más, el miedo del cazador.

Todo había sido muy rápido, Patrick era eficiente, demasiado quizás. Mi visión aún alcanzaba a ver el primer cuerpo que había caído. Solo quedaban cuatro cazadores cerca mío, los demás habían desaparecido arrastrados al humo rojo, escuchandose los gritos de dolor y pánico, junto a un ocasional disparo desesperado.

No había visto muchas películas de horror en mi vida, pero estaba seguro que ese momento era digno de una.

—Hay que irnos, no sé quién es— Dijo un cazador entonces, recargando su arma, que parecía uno de los fusiles alterados de la Corporación.

—¿No sabes quién es? Cómo se nota que eres de acá— El que me sostenía se movió y atrapo mis manos y piernas con una fibra plástica, me cargó sobre su hombro y salió corriendo seguido de los otros. Sentí un brinco en el pecho, ¿No iban a matarme de inmediato? ¿Qué se suponía que estaba pasando?

—Debemos llegar al punto de extracción al oeste— Dijo uno rápidamente —¿Qué cazador será?—

—¿Dónde está el Lobo? — preguntó el líder, que era el que me cargaba y tenía un fuerte acento americano.

El segundo revisó una pantalla en su brazal mientras corrían.

—Sigue en la base, parece que se movió a la sala de control— Respondió.

En ese momento parpadeé. Debían estar viendo el rastreador de Patrick, ¿cómo era posible que estuviera en la base?

Levanté la cabeza mirando la calle que dejábamos atrás. Si ese no era Elgart, ¿quién era? No podía ver los rostros de los cazadores, pero sabía que debían estar teniendo la misma pregunta en mente.

En ese momento inspiré hondo. Debía soltarme y escapar, quien fuera quien estaba allí, no podía asegurar sus intenciones.

Si era un insurgente, entonces todos éramos su blanco.-

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Cazador o insurgente, todos los humanos mueren de maneras similares. Quizás las únicas excepciones son los que sobreviven a los experimentos de la Corporación, realmente no hay muchos que cuenten dentro de esa categoría siquiera, y todos lo que lo hacen tienen severos problemas mentales, sin excepción, desde psicópatas, hasta gente sin ninguna motivación más que cumplir las órdenes de la Corporación... El resto, solo era carne...Pensar en la fragilidad humana era inevitable en ese momento.

El hombre debajo mío estaba llorando de horror, podía ver sus lágrimas a través del cristal de la máscara de gas. Sus armas estaban lejos, mi cuchillo ya se había clavado en el esternón y el dolor en sus iris era evidente mientras temblaban sus manos. Podía sentir el calor de la sangre, y aun con la máscara puesta, también podía sentir el olor, era muy característico para mi. En ese momento, no era un cazador de la Corporación, no era un soldado entrenado desde niño para las misiones de alto riesgo, no era una máquina de cumplir órdenes.

Era un humano. Un frágil humano.

Suspiré y saqué el cuchillo, gire su cuerpo y con un golpe firme rompí su nuca matándolo en el acto. Aunque había aprendido lo contrario durante toda mi vida, ese poco de compasión no me mataría, aunque en mi opinión ese hombre se merecía todo el dolor y el horror de una muerte lenta. Quizás James había influenciado más en mi de lo que me era evidente.

Patrick Elgart, el Cazador.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora