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– ¡Phi! – exclamó Chay saltando en los brazos abiertos de Kim
– ¡Angel! – saludó Kim abrazándolo fuertemente.
Chay golpeó un beso en su cuello.
– Te extrañé – ronroneó
Ambos caminaron abrazados y tambaleándose hasta el sofá donde se dejaron caer.
– Y yo a ti – dijo Kim, besó sus labios cortamente – Las cosas en Bangkok se van a poner feas.
Chay arrugó el ceño – ¿Qué pasó?
– En la reunión, Chan mostró varias fotografías de... trabajadores nuestros, los que se encargan del microtráfico en varias ciudades de Tailandia – contó Kim acariciando el cabello ébano de Chay – Los están matando.
Porchay alzó las cejas – Es como una declaración de guerra.
– Son los chinos, están haciendo estragos en otros países... – Kim exhaló – También en Rusia.
La cara de Porchay se puso seria – Le pasó algo a Wolfi ¿verdad?
– Chay...
– Kim, dímelo – dijo con la voz rota – ¿Wolfi está bien? Desde ayer no se nada de él, no responde y... tu estabas raro cuando me recogiste en la mansión.
El mayor lo tomó suavemente por las mejillas – Bebé, él está bien... – contó – la novia de su hermana está delicada, la bala alcanzó a romper algunas costillas.
– Oh, buda... – jadeó – ¿Y... y él?
– Dijo que estaba bien – contestó Kim – Pero las cosas se están complicando allá.
– Kim, debiste decírmelo.
– No quería preocuparte – susurró Kim
Chay exhaló, no iba a discutir por eso con él en ese momento.
– ¿Qué podemos hacer? – preguntó
– No mucho, he estado vigilando los movimientos extraños desde acá – dijo Kim – Wolfgang viajará a Moscow mañana.
Chay cerró los ojos – ¿Solo?
– Con su gente
– Esto es... – se colocó de pie – Kim, es peligroso.