Midari y Yuriko habían empezado a salir unas pocas semanas y habían dejado mucho de que hablar.
Todo era nuevo para Midari, nuevas sensaciones y emociones que nunca había dicho en toda su vida. Aunque le era raro eso realmente no le molestaba la forma en la que Yuriko la toca, manos delicadas peinando su cabello, acariciando su cabello, besos dulce y suaves, todo era nuevo pero hermoso a la vista de su único ojo.
Se sentía feliz de ser la única que viera ese lado de Yuriko, cuando estaban solas y nadie las interrumpía, dónde ambas podían dejar sus caparazones de lado y podían ser ellas mismas.
Aunque a simple vista Midari parecía sólo amar de manera sexual a Yuriko pero era todo lo contrario, amaba la ternura con la que Yuriko tomaba su mano de manera suave y entrelazaba sus dedos poniendo a la pelinegra extrañamente nerviosa y tierna a la vista de su novia.
Yuriko sabía poco de la vida de Midari y por lo poco que sabía entendía del porqué la pelinegra no quería hablar de eso, pocas veces había estado en la casa de Midari y eso pasaba cuando no había nadie en la casa y Midari podía estar segura de su seguridad.
Midari desde que descubrió sus sentimientos por Yuriko siempre se había preguntado...¿Yuriko le gustaba cuando ella estaba lejos? Cuando no la tenía molestandola o encima de ella ¿Se sentirá mejor? Y esa pregunta rondaba en su cabeza más seguido desde que empezaron a salir.
Todo parecía sacado de esos cuentos de hadas que su madre le leía cuando seguía viva, el caballero salvando a la princesa de la bruja malvada y teniendo su final feliz, le encantaba pero su lado realista temía que todo fuera un simple sueño del que tarde o temprano y eso le daba miedo a Midari, no se lo decía a Yuriko no quería molestarla con esas tonterías y tampoco quería oír su respuesta...
Si llegarás a lastimarme, bebé
¿Me amarías igual?
Midari siempre había vivido en un ambiente caótico, su padre siendo un abusador de mierda y el asesino de su madre, con tan sólo 10 años la pelinegra vio con sus propios ojos como ese hombre mataba a su madre y le hechaba la culpa, muchas veces creyó que era cierto y otras veces culpaba a su padre ¿Cuál lado era más fuerte?. Su imaginación jamás la dejaban en paz, en cada cosa que se imaginaba Yuriko la lastiman de cualquier manera pero ella estaba acostumbrada, si Yuriko la golpeaba ella la seguiría amando como como la primera vez que la vio pero ¿Yuriko la seguiría amando igual?.
Cada que pensaba en eso sentía como sus huesos viajaban al pasado cuando su padre la golpeaba y su madre la defendía, su cuerpo se estremecía y no de la manera que le gustaba. Quería dejar en el pasado y centrarse en el presente y uno de los motivos principales del porqué despertaba cada mañana pero era imposible ignorar esos pensamientos.
Y anhelo el movimiento
Mamá nunca aprendió a vivir por si sola
Es una maldición, y está creciendo
Midari miraba como Yuriko revisaba los documentos de su club con gran concentración, quería hacer el menor ruido posible no quería ser una molestia para su novia, quería despegar su mirada de Yuriko y no desconcentrarla pero en su defensa su novia era un estanque y ella el océano.
Todas sus emociones se sentían como explosiones cuando Yuriko estaba cerca, se sentía raro sentirse de esa forma tan rara pero no le molestaba, si Yuriko era la causante ella aceptaría con gusto esas emociones.