36 | De nuevo y para siempre

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Chloe

«DE NUEVO Y PARA SIEMPRE»




La casa de Izan siempre me ha parecido impresionante.

Un chalet enorme en primera línea de playa, con piscina en el jardín, garaje propio, y dos pisos. Un salón enorme, una cocina americana, seis baños y cinco habitaciones.

Cuando entras en una casa como esta, te da miedo hasta pisar con zapatos de calle, porque sientes que vas a destruir al instante la armonía del lugar, y que vas a manchar los materiales caros que se han utilizado para construir este casoplón.

La decoración que hay en el interior tan solo la hace ver más de película. Sofás enormes, lámparas de cristal, un piano de cola, alfombras que costarán más que toda mi habitación, y jarrones tan sumamente extravagantes, que tan solo mirándolos, te hacen sentir que no encajas en ese lugar.

El dato importante de todo esto es: que tan solo es su casa de verano.

La pregunta gorda, por otro lado, sería: ¿cómo será su casa habitual y principal?

—No recordaba que fuera tan grande... —comenta Laia, mirando al techo asombrada.

Yo tampoco.

—Ese comentario es lo mejor que puede escuchar un tío —dicen de pronto detrás de nosotras. Nos giramos a la vez para encontrarnos con el propietario de la casa—. Estáis tan guapas que da miedo —bromea, ya que damos de todo menos miedo.

Izan se acerca a nosotras para saludarnos con un abrazo.

—¿De qué vas disfrazado? —le pregunto, mientras le miro de arriba abajo para encontrarle sentido a su disfraz.

Tan solo va vestido de negro.

—Esta noche hacemos purga, como en las películas americanas. Con taparnos la cara es más que suficiente. —Nos enseña la máscara que tiene en su mano derecha. Es negra, pero cuando le da la luz ultravioleta (que supongo habrá colgado en algún lugar del techo), las líneas de color verde agua que están dibujadas, brillan. En los ojos hay dos cruces y la boca es una sonrisa cosida o trenzada.

No puedo con las máscaras, de verdad.

—¿Por qué hablas en plural todo el rato? —le pregunta mi mejor amiga, confundida.

—Porque no voy solo. —Nos agarra del mentón a ambas, y nos gira la cabeza para que podamos ver que, en la cocina, hay dos chicos vestidos como él. Pero ellos llevan la máscara puesta, y son de diferentes colores. Uno la lleva roja, y el otro amarilla. Ambos nos saludan a la vez con un movimiento de mano, y aquello me parece lo más escalofriante que he visto hasta el momento—. Es muy probable que vengan más.

¿Más?

Cuando volvemos a mirar al frente, veo que Ryan está caminando hacia nosotras distraídamente, y que Joel va detrás pisándole los talones a duras penas y con la lengua fuera. Ambos han ido a aparcar el coche de Ryan en el que hemos venido los cuatro. A nosotras nos han dejado en la puerta, porque no sabíamos dónde íbamos a encontrar un sitio, ya que esta zona es complicada para aparcar.

Ryan va vestido como Izan, solo que él lleva la máscara de Ghostface.

Lleva todo el día pegándome sustos y riéndose de mí por no aguantar las máscaras.

Es que son traumáticas.

A Laia, en cambio, le ponen.

Dice que le excita eso de no saber quién hay detrás de un trozo de plástico espantoso.

Mi mejor amiga, desde luego, es la clara definición de que hay gente para todo.

Ryan e Izan se saludan con un choque de manos cuando se ven. Parece que no hay tanta tensión como el otro día en la tienda de tatuajes, gracias a Dios.

A fuego lento ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora