08 | Burbujitas

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Chloe

«BURBUJITAS»


2/3 🎅🏻


Pasar los findes en casa de Carla es raro. Da igual que lleve años haciéndolo, o incluso que haya pasado mucho tiempo viviendo aquí sin Adrián... Esto siempre sigue pareciéndome completamente extraño. Me cuesta verlo hogareño, íntimo, familiar..., porque por mucho que Ryan y su madre hayan sido figuras que han estado presentes en mi vida desde que tengo uso de razón, no es mi familia por mucho que mi hermano se empeñe en hacerme entender que son lo más cercano a una de lo que nunca hemos estado...

Me fascina su frialdad hacia el asunto y su capacidad para poder encontrar culpables a lo que sucedió sin importarle el daño que pueda causar haciéndolo. A veces culpa a papá de todo por su decisión de querer irse con otra mujer sin importarle en absoluto dejar a su verdadera esposa y a sus hijos como si nunca hubieran formado parte de su vida, e incluso a veces culpa a mamá por no haber sido valiente cuando más fácil tenía solucionar nuestra vida...

Que papá se fuera nos dolió, pero también fue una liberación.

Sobre todo para mamá debería haber sido un completo alivio...

Él, la hacía daño...

Nos hacía daño...

Quizás fue cobarde. Quizás es verdad que no supo llevar la situación. Quizás le dábamos igual..., pero era nuestra madre.

Y a mí siempre me quedará el remordimiento de querer saber si pude haber hecho algo que como consecuencia tendría que hoy siguiera ella con nosotros...

—Con que, comiéndote mis cereales, ¿eh, morena?

Una mano tatuada y con anillos plateados entra en mi campo de visión y me roba la cuchara y el bol de cereales antes de que me pueda dar cuenta.

Giro mi cabeza para mirar a Ryan llevarse mi desayuno a la boca, sin ningún tipo de permiso.

Qué asco.

—No dejes la cuchara de nuevo en... —La deja de nuevo en el bol, y yo, desde primera hora de la mañana, ya le miro con el ceño fruncido—. Sabes que soy muy escrupulosa. Ahora tengo que prepararme un bol nuevo porque ese está contaminado con tus babas.

—Oh, qué suplicio, por favor —ironiza, mientras que deja el bol de cereales de nuevo delante de mí y se va a no sé dónde en la cocina.

«Dadme paciencia.»

—Ryan, vete a montar a caballo, ¿vale? —No me ha llegado ninguna tolerancia.

Escucho que cierra la nevera a mis espaldas, y pronto tengo su brazo rodeando mi cuello para pegar mi cabeza a su pecho.

Puedo percibir que se ha dado una ducha antes de bajar, porque su torso desnudo está frío y huele muchísimo a jabón y a perfume.

—Buenos días para ti también, princesa. —Me deja un beso en la sien y me roba de nuevo el bol de cereales (presuntamente dejándome sin desayuno), pero pronto lo sustituye por uno nuevo y sin "contaminación".

Me suelta y rodea la pequeña isla hasta quedar frente a mí. Se sienta en el taburete mientras se lleva una cucharada enorme de cereales a la boca del bol que antes era mío.

—¿Qué tal la resaca? —me pregunta con la boca llena—. Anoche te desfasaste con esa Coca-Cola hasta arriba de burbujitas.

Me tengo que contener las ganas de sonreír al escucharle decir "burbujitas".

—Si me desfaso, porque me desfaso, si no me desfaso, porque no me desfaso. El caso es criticar todo lo que hago —digo.

—El caso es que nunca encuentras un punto medio —contesta, mirándome a los ojos.

A fuego lento ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora