47 |Support rock, fuck a rockstar

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Chloe

«SUPPORT ROCK, FUCK A ROCKSTAR»




La puerta de mi camerino se abre de un tirón.

Macarena (mi coach vocal), y yo, miramos alertadas a la persona que acaba de entrar al interior de una forma completamente desesperada. Como si tuviera que avisarnos de que el mundo se está acabando fuera.

Pero para nada aquello se aproxima a la realidad.

Simplemente es Laia, con una rayada mental.

—Chloe, Chloe, Chloe, ¡CHLOE! —grita mi mejor amiga, de camino hacia donde estoy.

Comparto una mirada con Macarena, y ella intenta aguantarse la risa cuando se da cuenta de que Laia viene a interrumpir nuestro calentamiento vocal con un drama.

Ya conoce a mi mejor amiga, y sabe que cuando algo se le mete entre ceja y ceja..., es mejor no nadar contra corriente. Por eso mismo, se levanta de su sillón para dejarnos intimidad.

—En cuarto de hora vuelvo —me avisa, y yo asiento y le pido perdón con la mirada.

Cuando Macarena deja atrás a Laia, (quien creo que ni siquiera se ha dado cuenta de que estoy acompañada), se gira para mirarme y se señala la cabeza con el dedo índice, para luego gesticular con los labios un: «está loca», cuando mi mejor amiga no para de gritar desesperadamente mi nombre.

Yo le digo con los ojos que sí, mientras que sonrío divertida.

—¡Chloe! —vuelve a chillar la pelirroja, cuando está frente a mí para captar mi atención. Yo dejo de mirar a mi coach vocal, y miro a mi mejor amiga algo alarmada.

—¡¿Qué?! —le devuelvo el grito.

—¡QUE BIANCA ESTÁ AQUÍ! —anuncia, y entra en pánico.

—¡¿Y qué de malo hay en eso?!

Me mira como si fuera tonta.

—Pues que... ¡¿Y SI YA NO LE GUSTO?! ¡¿Y si... y si...?!

Le pongo las manos en los hombros y la obligo a sentarse en el sillón en el que antes Macarena estaba sentada.

—Tranquilízate.

—¡NO PUEDO! ¡ESTOY MUY NERVIOSA!

—¡¿Y de qué te sirve chillar?!

—¡¿Y A TI?!

Cojo una respiración profunda, y le gesticulo con las manos que lo haga conmigo. Lo intenta, y parece que sus niveles de estrés y ansiedad bajan, aunque sea solo un poco. Ya no parece tener ganas de chillar. Aunque la uña de su dedo pulgar va a comenzar a desaparecer como no pare de mordérsela.

—A ver... ¿Por qué estás tan... alterada? Llevas esperando este día mucho tiempo, Laia.

—Ya..., por eso mismo. Llevo tres meses pensando en el reencuentro, pero... yo que sé. ¿Y si de pronto ya no le gusto?

—¿Pero cómo no le vas a gustar? Tía, Laia, habéis seguido hablando día tras día, sabiendo que las circunstancias os mantenían alejadas, y ha cogido un vuelo y viene a tu concierto... Joder, creo que eso no lo hace alguien a quien no le gustas ni importas.

Asiente con la cabeza, pero aún muy nerviosa.

—Es que me gusta mucho..., y tengo muchas ganas de verla y..., y joder, tengo miedo de cagarla.

—¿Cagarla por qué? Tía, eres espontánea como ninguna, y eso ella ya lo sabe. Tus cagadas no son cagadas, son motivos para reírse.

La pelirroja cambia la expresión de su cara. Pasa de mirarme con angustia, a mirarme con ojos de corderito mientras que hace un puchero.

A fuego lento ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora