02 | Fueguito

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Chloe

«FUEGUITO»





Podemos hacerlo.

Podemos hacerlo.

Podemos hacerlo.

La primera y la última actuación de la gira tendrán lugar en el AMOUR, el bar en el que hemos actuado miles de veces, y al que acuden todos los viernes por la noche el mismo número de personas que ya conocen a A Fuego Lento como un grupo musical.

A pesar de que debería sentirme completamente tranquila porque tengo memorizado cada rincón de este bar y sé cuáles son los puntos a los que tengo que mirar con exactitud para sentirme segura, hoy estoy completamente nerviosa. Me tiemblan las manos y mis dedos algo engarrotados.

Hay una cantidad de gente habitual, pero la mayoría de los presentes tiene pinta de que nos va a prestar atención por primera vez esta noche.

Estoy segura de que lo van a hacer solo y únicamente para poder juzgar por sí mismos si aquella banda de rock y sus canciones (que hemos estado promocionando por las calles hasta la saciedad) merecen tanto la pena como nosotras lo hemos pintado.

Es que es nuestra oportunidad de llenar la boca de la gente con buenas palabras hacia nosotras y de darnos a conocer...

Pero tenemos un problema.

Un jodido problema llamado Charlie.

No aparece.

Claro que no aparece.

—Le voy a cortar las pelotas a tu primo en cuanto lo vea —le informo a Laia, mientras me quito el teléfono de la oreja y cuelgo la llamada que, claramente, el espagueti no me ha cogido.

—Será un placer verlo, tranquila —me asegura la pelirroja.

Le envío un mensaje bastante amenazante antes de apagar el móvil y guardarlo en el bolsillo trasero de mi pantalón.

Suelto un suspiro y miro a mi amiga. La cabrona está jodidamente guapa y no parece que esté a punto de colapsar por los nervios.

Lleva un pantalón largo de cuero que le realza sus caderas de infarto, un top lencero adornado con pequeñas cadenitas plateadas, un cinturón con la cabeza de un tigre por hebilla y un montón de pulseras. Se ha delineado los ojos y se ha pintado los labios de un rojo granate que contrasta a la perfección con su melena pelirroja.

Me encanta verla tan guapa y segura de sí misma.

Me encanta que no haya cambiado por nada ni nadie...

Yo llevo un pantalón corto gris oscuro, un top de lentejuelas plateadas con un escote pronunciado y, en los pies, unas botas militares con plataforma. También me he maquillado más de lo habitual. Me he pintado la línea de agua de los ojos de color negro y me he hecho un eyeliner perfecto.

—¿Vas a tocar tú? —me pregunta al cabo de unos segundos. Se lleva el dedo pulgar a la boca para morderse la uña, ahora sí que con algo de nerviosismo.

Joder.

Sé tocar la guitarra, pero no tan bien como a mí me gustaría. Además, tengo los dedos hechos gelatina por los nervios...

—Sí —intento contestar con decisión—. Sí. Y lo vamos a bordar.

—¿El fracaso? —pregunta, elevando su ceja pelirroja.

Qué cabrona.

—¿Tan poco confías en mí? —digo con un falso dolor en el orgullo.

Laia mueve la cabeza de un lado al otro con duda.

A fuego lento ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora