Extra 4 | La princesa de papá

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Chloe

«LA PRINCESA DE PAPÁ»



Octubre, 2033



Abro la puerta del camerino de Ryan distraídamente.

—Ryan, te esperan en... —empiezo diciendo, pero dejo de hablar en cuanto veo la escena que tengo delante de mis ojos.

La sonrisa se me dibuja en los labios antes de que siquiera pueda darle permiso para que aparezca.

Entro en el camerino y cierro la puerta sin hacer ruido, para luego empezar a caminar (casi de puntillas), hacia el sofá de cuero donde Ryan siempre descansa, mientras que a Laia y a mí nos preparan.

No quiero hacer ruido, porque antes de que alguno de los dos se mueva o se despierte, necesito sacarles una foto.

Ryan y Estrella están dormidos juntos en el sofá. Nuestra hija está utilizando a su padre como colchón, y tiene su cabeza apoyada en su pecho. El brazo de Ryan está rodeando el cuerpo de Estrella, porque estoy segura de que le daba miedo que al moverse dormida, pudiera caerse al suelo. Su chaqueta de cuero arropa su pequeño cuerpo, y yo solo puedo pensar en una cosa cuando los veo así: Estrella es clavadita a él. Es como ver una versión de Ryan de pequeño, pero es chica.

Sonrío aún más cuando me doy cuenta de que ambos están dormidos con la boca abierta, y que mi prometido va a tener una importante contractura en el cuello que le va a acompañar para los próximos días, si no mejora su postura.

Es por eso por lo que, tras hacerles la foto, le intento colocar la cabeza bien en el sofá sin despertarle, pero no lo consigo.

Ryan abre uno de sus ojos verdes, y una sonrisa aparece en su cara nada más verme.

—Así da gusto despertarse de una siesta —dice, con voz somnolienta—. ¿O sigo dormido? Porque...

Le interrumpo.

—Mira, como digas algo así como que soy el sueño más bonito de tu vida y demasiado bueno para ser verdad, no me caso contigo el año que viene —le vacilo, con una sonrisa bastante traicionera y vacilona.

Ryan suelta una carcajada que hace que Estrella se acomode en su pecho, y que suelte un gruñido demasiado tierno.

Creo que deberíamos bajar la voz si no queremos despertar a la fiera.

—¿Te he dicho ya que eres el amor de mi vida? —Con la mano con la que no abraza a su hija, me agarra a mí de la muñeca y me acerca aún más al sofá—. Anda, dame un beso, morena.

Me encanta que por mucho que pase el tiempo, no deje de llamarme como él siempre lo ha hecho.

Con mariposas en el estómago, me agacho para dejarle un beso suave en los labios, y luego me quedo de rodilla en el suelo, para observar a nuestra niña.

¿En qué momento ha cumplido cuatro años?

Le acaricio la mejilla y le escondo un mechón de pelo castaño detrás de la oreja con delicadeza, a lo que ella contesta con un suspiro que me llena de emoción y ternura.

No es porque sea mi hija, pero es la niña más bonita del mundo.

Aunque la más mala también.

Su cara angelical ha engañado a más de uno. A nosotros, los primeros.

—¿Me toca ir a vestuario? —me pregunta Ryan, sin dejar de observar cómo acaricio la cara de Estrella.

—Síp. Me va a tocar enjaular al tigre —bromeo, señalando a nuestra hija.

A fuego lento ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora