Extra 3 | Estrella

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Ryan

«ESTRELLA»



Mayo, 2029



—¡Empuja!

Chloe me agarra con mucha firmeza de la mano y hace fuerza con todo su ser. Le caen gotas de sudor por la frente, tiene las mejillas rojas, y en la cara, una expresión de sufrimiento que me está matando por dentro.

—Muy bien, morena, sigue así —la animo, cuando suelta un suspiro de desesperación. Pero cuando deja de empujar, me fulmina con la mirada.

—¡Cállate! —me grita, y yo hago caso. Está intentando sacar a un niño de su cuerpo y está de mala hostia porque está sufriendo como nunca. Es normal que me grite, no me lo tomo personal.

—Descansa, y en la siguiente contracción, empujas, ¿vale, Chloe? —le dice la matrona, pero ella está mirando al techo con la respiración agitada y el dolor reflejado en su cara.

Yo no le suelto la mano en ningún momento para recordarle que estoy junto a ella..., pero a la morena no parece que hoy le caiga especialmente bien, porque al cabo de unos segundos, me mira y me vuelve a fulminar con la mirada.

—¿En qué maldito momento me pareció buena idea parir un hijo tuyo? —Me echa en cara, y yo, la verdad, es me quedo algo impactado—. ¡Lo que tengo dentro no es un bebé, es un maldito godzilla, por Dios! —chilla, desesperada.

La matrona suelta una carcajada y yo me escondo la sonrisa burlona que amenaza por dibujarse en mis labios. Y aunque lo más probable es que después de decirle lo que quiero decirle, acabe con un ojo morado, me tiro a la piscina.

—Hace diez años, mi amor, te advertí de que no tenía que hacerte ese tatuaje ahí. Los problemas de Chloe del futuro, al final, son de Chloe del futuro.

Ella me acuchilla, me destierra, me destripa y me descuartiza, con tan solo una mirada.

Dios mío, si hasta temo por mi vida por un momento. Chloe enfada o irritada puede ser letal. Lo digo por pura experiencia.

El amor de mi vida va a pegarme el mayor grito de la historia, cuando su cara pasa de tener una mueca de enfado, a una de dolor. Está teniendo otra contracción.

Me aprieta la mano con mucha más fuerza, y grita de dolor mientras que la matrona le pide que empuje.

Yo me llevo su mano a la boca y se la beso, mientras que con la otra le acaricio la cabeza y le susurro que ella puede, que es la mejor, que va a ser una madre espectacular, y que es el amor de mi vida, aunque ella no esté escuchado, porque está concentrada en hacer otras cosas.

—¡NO PUEDO! —grita ella, tras unos segundos empujando.

—¡Sí puedes, Chloe! —anima la matrona.

—Sí puedes, muñeca. Claro que puedes, Chloe —la animo yo ahora.

Una gota de sudor le cae por su frente, y se la limpio antes de que se vaya a sus ojos. Ella respira agitadamente mientras gruñe por el dolor de otra nueva contracción.

Vuelve a hacer fuerza cuando la matrona se lo indica.

—¡EMPUJA, CHLOE, EMPUJA, EMPUJA! ¡ESO ES, ESO ES, ESO ES! ¡Muy bien, campeona, sigue así! ¡Respira y empuja! ¡Respira y empuja! ¡TÚ PUEDES, CARIÑO!

—¡AHHHH, JODER! —grita ella, aplastando mi mano con todas sus fuerzas para disipar de alguna forma el dolor que está sintiendo, y para tener un soporte que la ayude a empujar. Lo haría por ella si pudiera, Dios, lo está pasando fatal.

A fuego lento ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora