Chloe
☆
«¿PARA QUÉ HE SIDO HECHA?»—¿Cómo, cómo, cómo? —dice Laia en un tono bajo, pero en uno mucho más alto de lo que se considera un susurro.
Me tapo la oreja porque me ha dolido un poco el tono agudo con el que me ha hablado al oído.
Está claro que la discreción no es para nada el punto fuerte de mi mejor amiga.
Le golpeo el pie por debajo de la mesa para que deje de ser una cantosa.
—Cállate, Laia —escupo entre dientes.
No le quito el ojo de encima a mi hermano y a Ryan. Están a unos metros de nosotras, hablando cerca de la cocina, esperando a que Carla les dé los platos que ha preparado para que comamos todos juntos. Adrián ha vuelto hace unas cuantas horas de Madrid. Ya ha terminado los exámenes finales, y está de vacaciones.
Nosotras hemos puesto la mesa, por eso ahora estamos sentadas en ella sin hacer nada, esperando a que empecemos a comer.
Carla no nos ha dejado ayudar en la cocina a ninguno de nosotros, y bueno, lo puedo entender, no somos para nada buenos cocinando, sobre todo Laia y yo. Cuando vivimos juntas literalmente nos alimentamos a base de comida preparada, una de las mil razones por la que Adrián odia la idea de que no siga viviendo con la madre de su mejor amigo.
—Tía es que es muy fuerte. ¡Muy fuerte! —exclama, completamente exhausta.
La fulmino con la mirada. Esta tía va a conocer a mis puños en cero coma.
—Laia, que te ca...
—¿Qué es muy fuerte? —pregunta mi hermano, dejando uno de los platos encima de la mesa.
Las dos miramos en su dirección. Tanto Adrián como Ryan nos observan a la espera de una respuesta. Este último me mira con más intriga de la normal.
—Nada —contesto tajante, antes de que a mi amiga se le ocurra abrir la boca.
Veo de reojo que Laia se está mordiendo el labio de abajo. Le está costando bastante callarse la noticia, pero es que ni de coña lo vamos a contar porque Ryan no tiene que enterarse, y Adrián muchísimo menos si es que aquí todo el mundo quiere que no acabemos a voces.
Laia tampoco debería haberse enterado tan pronto, pero ha visto en mi móvil lo que no debía, y ahora está que se muere por pegar un grito que reviente todos los cristales de la casa.
—¿Nada? —pregunta ahora Ryan. Yo asiento con la cabeza muy dignamente—. Pues para ser nada, a Laia está a punto de darle un ataque de histeria —dice con los ojos clavados en los míos, mientras que señala a la pelirroja con el dedo índice a mi lado.
Ambos se sientan en la mesa. Ryan frente a mí, y Adrián enfrente de Laia.
Vuelvo a fulminar a mi amiga, pero ella niega con la cabeza y yo niego aún con más ímpetu.
Como abra la boca, rompemos nuestra amistad.
—Chloe..., es muy fuerte —murmura, ahora sí que muy bajito.
Dios, que venga Carla ya y nos haga callar a todos para que empecemos a comer mientras comentamos cualquier cosa.
Un golpe en mi pie hace que deje de mirar a mi mejor amiga para mirar a la persona que ha querido llamar mi atención. Es Ryan.
Le pongo mala cara cuando veo que la suya dice: «si no me los cuentas ahora, lo descubriré en cinco minutos, morena». Y es que, para mi mala suerte y mi desgracia..., sé que es capaz de descubrirlo incluso en menos tiempo. Sobre todo, si pone todos sus encantos encima de la mesa con Laia, quien solo necesita un minúsculo empujoncito para contar hasta mis secretos más profundos ahora mismo. Ryan sabe cómo camelársela en un santiamén para que le cuente todo lo que yo no quiero decir. Sobre todo, ahora que nuestra relación está en un estado de guerra y deseamos joder al otro un poco más de lo normal.
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A fuego lento ©
RomanceChloe tiene un sueño: que su banda de rock y su música resuenen en los corazones de todo el mundo. Componer canciones ha sido lo que le ha salvado la vida después de sentir que todo estaba completamente destruido y perdido... Sobre todo ella. Sin...