Pasaban de las una de la noche. La familia Ivanov se había retirado no hace menos de unas horas. Ella no había podido conciliar el sueño, no después de saber que su compromiso ya había sido asegurado.
La joven albina, enredada en las sábanas, giraba inquieta en la cama, incapaz de rendirse al sueño. Un torbellino de emociones desconocidas la embargaba, el miedo, la tristeza y el desprecio hacia Colin estaba presente, pero entre ellas, la certeza de la felicidad brillaba como una estrella en su cielo interior.
Una estrella que brillaba tanto, que la hacia feliz. Muy feliz, luego de que la persona que robo su corazón le pidiera huir juntos.
Finalmente, se levantó con la luz de la luna filtrándose por la ventana y se instaló frente a ella, recogiendo sus piernas en el sillón. Ares, el arquitecto de sus emociones, le había prometido encontrarse al anochecer. La idea de no casarse con Colin Borges le llenaba de dicha y emoción, sino fuera por la loca propuesta se Ares, ella seguiría triste, pero se encontraba feliz, emocionada, y sentimientos que solo él había despertado en su joven corazón.
Caminó hacia el balcón, único en su esplendor, como un capricho que solo ella y Aleksander compartían en aquella mansión. Pero, paradójicamente, lo que Alyra anhelaba era la libertad de estar con la persona que amaba.
— ¿No puedes dormir, mi rosa? — Ares apareció frente a ella, como un sueño materializado. El alfa había escalado el balcón, evocando a los amores eternos de la literatura.
Aquella escena, le había hecho recordar como una escena de uno de sus libros favoritos: Romeo y Julieta, de William Shakespeare. No estaba demás decir que al ver al alfa haciendo aquello, escalando su balcon, le daba aquel sentimiento. Como si ella estuviera en un cuento de hadas.
— ¿Ahora espías a las jóvenes? — bromeó ella, sorprendida por su presencia. — ¿Cómo has podido entrar?
— No fue fácil encontrar la ventana adecuada, pero tu balcón me facilitó las cosas. — Ares sonrió, esa maldita sonrisa que lo volvía más encantador, y hacia latir con fuerza su corazón.
— ¿Qué haces aquí? — preguntó Alyra, divertida. Miro a ambos lados se su balcon, como si intentara ver si había escalado una escalera o si realmente se había tomado el riesgo de buscar su habitación.
— ¿Me dejarás entrar? Estoy seguro de que me caeré si sigo aquí sentado. — murmuró el alfa, señalando la peligrosa barandilla del balcón.
Él estaba seguro de que hacia un mal movimiento, caería del balcon, y moriría de una forma ridícula. Y si alguien llegsra a preguntar porque murió, dirían que fue por estar loco. Aquel pensamiento lo hizo sonreír, sacudió levemente su cabeza y miro a la albina.
— Si muero, mi hermosa rosa. Deberás pagar los gastos de mi funeral. — ella volteo los ojos ante el dramatismo del alfa. — ¿Permitirás que muera, mi rosa?
— Eres un tonto. Solo mantente alejado de la barandilla. — sugirió Alyra, y Ares, con una sonrisa, cruzó el balcón para acercarse a ella.
Cuando estuvo frente a ella, su sonrisa se agrandó aún más.
— Te extrañé. — confesó Ares.
— Dijiste que me buscarías al anochecer. — le recordó ella cruzándose de brazos.
— ¿Oh? ¿Me rechazas tan pronto? — bromeó él. — Eso es cruel, mi rosa.— dijo fingiendo decepcion llevando una mano a su pecho. — He caído en la red de tus hermosas mentiras — exagero.
— No digo eso, pareces un niño. — Alyra sonrió antes de que Ares depositara un beso en su mejilla.
— Solo unas horas. — susurró él y ella frunce el ceño. —. Solo espera un poco más, y nos iremos a un lugar donde seremos felices. Abriremos un invernadero si así lo deseas, o una librería. Me has mencionado que amas los libros, sobretodo, el libro de Romeo y Julieta.
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Un Voto De Honor Y Sangre | Duologia Dulce Condena #1
Roman d'amourSus familias se odian desde siempre. Incluso ellos debian odiarse por los problemas del pasado, pero cuando un operativo sale mal, Vlad Románov y Victoria Ivanov, llegan a un acuerdo. En un intento de unir ambas mafias y familias, ambos líderes, co...