Epílogo.

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La vida es un enigma, siempre sorprendiendo de maneras inesperadas. Nadie puede prever qué le depara el futuro. No existen señales claras, ni advertencias que te preparen para los momentos más difíciles. Caminamos por este mundo sin saber lo que está por venir, solo intuyendo que el destino tiene giros que jamás podremos controlar. La vida te enseña muchas cosas: a caer y levantarte, a amar y a sufrir.

Pero, ni siquiera la vida misma te prepara para el vacío que deja la pérdida de alguien importante. ¿Cómo podrías estar listo para despertar y darte cuenta de que esa persona ya no está? Que su risa, antes tan cercana, se ha desvanecido en el aire. Que ya no verás su sonrisa iluminar tu día, ni escucharás su voz dándote consuelo.

Es un dolor profundo, como si te arrancaran una parte vital de ti. Y entonces, te quedas solo con el eco de los recuerdos, enfrentándote a la dura realidad: esa persona no volverá. Es en ese momento cuando comprendes lo efímera que es la vida, lo frágil que es todo a tu alrededor.

Pero es así.

Estaciona el coche en aquel lugar que le genera un escalofrío. Era hora de despedirse, de ponerle fin a todo.

El cielo está cubierto por nubes grises, solo espera que el cielo se despeje mas tarde. Camina por el sendero de rocas que guían hacia las tumbas en el vasto césped. En sus manos lleva un par de lirios blancos, sosteniéndolos con delicadeza, como si fueran lo único que lo conectara con ese momento tan doloroso.

Al llegar frente a la lápida, sus ojos se clavan en el nombre grabado, provocando que su corazon se encogiera, al leer ese nombre que ahora lleva un significado muy grande en su corazón. Se arrodilla con cuidado, coloca las flores sobre la tumba, sus dedos acariciando el frio marmol y, tras unos segundos de silencio, comienza a hablar en un susurro:

— Aún me cuesta creerlo... —dice, mientras una lágrima recorre su mejilla —. Me parece tan irreal que ya no estés aquí. No después de todo lo que sucedió...

Sus dedos rozan la piedra fría, siguiendo las líneas del nombre que ha leído tantas veces en su mente. Su voz tiembla un poco, pero continúa:

— ¿Sabes? Le agradezco a la vida por haberte puesto en mi camino aquel dia. Por haberte conocido, por los momentos compartidos, por haber sido parte de mí... —Se detiene un momento, tomando aire, sintiendo el vacío que dejó esa persona en su vida—. Me haces tanta falta.

El viento acaricia su rostro, llevándose algunas de sus lágrimas, pero no puede evitar sentir el peso de todo lo que quedó sin decir, de las cosas que ahora solo puede susurrar al vacío. Cierra los ojos y, con un suspiro, sigue hablando.

— Pero te prometo, que voy a cumplir con lo que querías. Lo prometo. —da una pausa—  Seguiré adelante, seré feliz, como tú siempre quisiste. Viviré plenamente, aprovechando cada momento. —Su tono se suaviza, casi en un murmullo—. Te dejo descansar, te dejo libre. Y yo... también voy a intentar encontrar mi paz.

Se queda en silencio unos momentos más, dejando que las palabras se asienten en el aire. El mundo parece detenerse mientras se despide, esta vez con una sensación de aceptación, aunque el dolor sigue presente. Finalmente, se levanta despacio, dándole una última mirada a la tumba.

«Jackson Hall»
«Buen amigo, padre y esposo»

—Gracias por haber sido parte de mi vida. Gracias por haberme donado tu corazón— susurra el castaño antes de darse la vuelta y comenzar a alejarse.

Habían pasado casi un año desde aquel día fatídico, el día en que todo su mundo pareció desmoronarse durante la boda. Recordaba vívidamente la explosión en su pecho, la desesperación de pensar que iba a morir. Pero, contra todo pronóstico, no fue así. La vida le dio una segunda oportunidad, una oportunidad teñida de tragedia, pero vida al fin y al cabo.

Un Voto De Honor Y Sangre | Duologia Dulce Condena #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora