11 - Majorie 03: La academia Vaumose

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—¡Tú puedes, Majorie! Ay, estoy tan orgullosa de ti—exclama Celica sin dejarme escapar de sus brazos.

—No puedo... respirar...

—Ups, lo siento—dice ella tan pronto se percata de que me está asfixiando.

Una vez recuperado el oxígeno, sacudo mi cabeza y sonrío. Baldwin me pasa mi bosa con el equipaje que preparé. Los observo una última vez antes de despedirme.

—Supongo que es un adiós—comento con pesar.

—Al menos hasta la siguiente fase Seca—añade Baldwin.

Será la primera vez que pase tanto tiempo lejos de la familia real, y esta vez será en la academia Vaumose. Tanto mi padre como mi madre estuvieron sumamente preocupados durante años acerca de la idea de dejarme dar mis primeros pasos en la sociedad. Sé que soy temida, y eso me pone nerviosa.

Celica y Arthur fueron quienes los convencieron para que dejara de tener clases particulares con el señor Bowyar y en cambio estudiara como el resto de personas de la primera capa. Esto supone un enorme reto social para mí, pues no tengo idea de qué clase de recibimiento voy a tener por parte del resto de alumnos. Respiro un poco antes de bajar del carruaje junto con mi equipaje.

—Y no te preocupes por Princesita de algodón, voy a registrarlo en el establo de la escuela a tu nombre, por si lo necesitas—avisa Baldwin, bajando también.

Oh, él se refiere a uno de los unicornios que me obsequiaron hace años, durante mi primer cumpleaños. Prácticamente tenemos la misma edad, y acostumbro a montarlo para pasear por los exteriores del castillo.

—Te lo agradezco mucho, a los dos. Yo... iré adentro para hacer lo que sea que tenga que hacer—respondo dedicándoles una última mirada.

Celica y Baldwin alzan la mano en señal de despedida. Sí, todo va a estar bien, solo será un curso, podré regresar al castillo un tiempo durante la próxima fase Seca. Doce largos selenios, pero estoy segura de que puedo lidiar con esto. Además, no debe ser muy diferente a la escuela donde iba, solo tengo que imaginar que habrá dragones y magos, sí, mucho mejor.

Camino por el largo sendero de la escuela, iluminado únicamente por las enredaderas bioluiminicentes y algunos cuantos faros de velas. Luego de un par de minutos por fin llego a la infraestructura de la escuela. Tanto de lejos como de cerca luce similar al castillo real, pero también puedo decir que tiene su propio encanto. Justo en la puerta principal, la cual está adornada con lindos detalles dorados, se encuentra el director Fernarge, quien me da la bienvenida.

—Majestad, la estábamos esperando—hace una leve reverencia.

—Muchas gracias, estoy muy agradecida de que mi solicitud haya tenido una respuesta favorable—respondo al instante.

Cuando mi padre Edmund solicitó mi inscripción a la academia Vaumouse, supe que hubo un par de disputas entre quienes tomaron la decisión, problemas que derivan de mi maldición. Algunos no estaban de acuerdo con mezclar a los estudiantes con una "potencial amenaza", como ellos me llaman. Al final y después de mucha discusión, se resolvió a mi favor.

—Espero que sepa que pese a su condición, espero un comportamiento de su parte igual de admirable que sus hermanos, señorita Vawdrey—advierte dando la vuelta.

—Daré mi mejor esfuerzo por superar sus expectativas, señor—intento esconder mi nerviosismo.

Él asiente y comienza a caminar hacia el interior de la escuela. A diferencia de una gran parte del exterior de jardín delantero, dentro hay mucha más iluminación cálida, aunque sigue teniendo esos tonos débiles que me recuerdan que estoy en un lugar bajo tierra. Extraño mucho mi antiguo mundo, de vez en cuando lloro recordando a mi familia y amigos que tenía antes. Me sofoca la idea de que es imposible regresar o despedirme de ellos apropiadamente, pues esta es mi realidad ahora.

Que se jodan los arcoíris ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora