—¿No piensas comer? No le has dado más que una probada a tu plato—nota la Voz Intrusiva.
—No tengo hambre.
—Ya veo. Es una lástima, el wagyu que sirven en este lugar tiene un marmoleo exquisito, no probarás algo así a menos que viajes a Japón—explica él.
No es que no se me antoje. Al contrario, lo hace, estoy hambrienta después de todo lo que viví para bajar hasta la octava capa abisal. Pero nadie comería con tantas ganas luego de que su mente fuera aplastada con un montón de información angustiante.
—Como sea, supongo que vas a saltarte el postre. Hay un pastel de chocolate negro que me gustaría que probaras. Pero si no tienes hambre, podemos irnos cuando quieras—comenta la Voz Intrusiva.
Niego con la cabeza. No quiero más estupideces como esta. Cada pequeño ofrecimiento es como si se estuviera burlando. Me da asco que intente comportarse como si fuera Arthur, porque es como si estuviera manchando su memoria a la vez que se burla de él.
—Ya veo. Bien, es momento de irnos entonces—presiona un botón para llamar al mesero y pedir la cuenta.
Cuando entregan la nota, mis ojos se estrellan en la abrumadoramente alta cantidad de dinero que es necesario pagar.
—Ya veo. Parece que me olvidé mi cartera en SW000. ¿Tienes dinero?—pregunta luego de buscar en sus bolsillos.
¡¿Qué?! ¡Maldita sea, vamos a tener que correr!
—Ja, ja, es broma, relaja tu expresión, querida—hace un movimiento con sus manos y una tarjeta aparece entre sus dedos.
Se vio como un auténtico truco de magia. Es más, puedo apostar a que fue magia de verdad. Ahora que lo pienso, si puede hacer aparecer dinero con su poder divino, ¿no estaría colaborando a la inflación del país al poner en circulación más efectivo del que hay en tránsito? Meh, que impriman más billetes y listo. No, esperen, eso provocaría aún más inflación. Bueno, no es asunto mío.
La Voz Intrusiva paga la cuenta y nos retiramos. Mientras caminamos hacia la salida del restaurante, noto ciertos murmullos hacia mí. Supongo que no es normal ver a un tipo tan elegante y bien vestido junto a una mocosa con un cuerno en la cabeza, con ropa rara y apestando a sudor luego de tantos días sin darme un baño.
—La noche es joven, Jean. Tenemos tiempo antes de ir a casa. Conozco una tienda de ropa que podría adecuarse a tus gustos. No te preocupes por el dinero, yo invito—se acomoda el saco.
Me quedo en silencio. Me gustaría decirle que se vaya al demonio, pero tengo miedo de lo que pueda hacer si no sigo sus reglas ni su juego.
—No tengo ganas.
Él asiente con la cabeza, entendiendo que no quiero ropa. Comenzamos a dirigirnos hacía un estacionamiento cercano al restaurante.
—Por cierto, recibí el informe de que el Dragón Blanco despertó hace poco. Sin duda lograste ponerme en un aprieto, Jean, te felicito—se burla.
Ajá, ¿y qué más? Sé que le está dando poca importancia porque en realidad, comparado a los asuntos que tiene que atender día con día, ese problema no le importa en absoluto. Para eso tiene a los administradores, para que hagan el trabajo sucio por él.
—Y como dejaste un hueco libre en el trono de Ruxel, vas a tener que hacerte cargo de ocupar su lugar, querida—me recrimina haberlo eliminado.
—Él nos atacó. Solo nos defendimos.
—Por órdenes de Amcottes. Y lo que Amcottes diga, es mi palabra también. Sin embargo, ya no tengo intenciones de asesinarte aunque pueda hacerlo, eres muy interesante. —la Voz Intrusiva se detiene frente a un automóvil bonito y abre la puerta del copiloto—Después de ti, querida.
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Que se jodan los arcoíris ©
FantasiaLa vida apesta, en especial para Jean, una chica gótica que ha reencarnado en un unicornio dentro de un mundo de fantasía luego de morir en su oscura vida anterior. Rechazando su nueva naturaleza, Jean se opone a los colores y decide tomar el contro...